Siento las manos de Mateo rodear mi cintura, mientras me muevo al ritmo de la música. Mi espalda está apoyada en su pecho y sus labios rozan mi cuello, lo que provoca que mi piel se erice. Él sigue mis pasos. No lo puedo negar, sabe bailar muy bien, lo cual me ha hecho mantener una sonrisa sobre mi rostro durante las dos canciones que hemos bailado.
Mis ojos se posan unos segundos en la mesa, donde habíamos dejado a los seres más aburridos de este universo. Siguen sentados a un kilómetro de distancia.
—Deberían animarse a bailar.
—Eso no va a pasar.
Me doy cuenta que lo había hablado en voz alta, cuando escucho las palabras de mi compañero de baile.
—¿Por qué?
—Oscar tie... —No escucho la parte restante.
—¿Qué?
Me volteo para quedar frente a él y así tratar de oír sus palabras, o al menos leer sus labios. La música se encuentra tan alta que no podía escuchar ni mis propios pensamientos.
El movimiento de sus labios me indica que ha vuelto hablar, pero no escucho nada en absoluto. Sé que él se da cuenta, porque niega con su cabeza y me toma de la muñeca para hacerme caminar hasta el pasillo que hay camino hacia los baños.
Mi espalda queda apoyada sobre la pared y Mateo se mantiene a una distancia prudente.
—Te decía que Oscar tiene dos pies izquierdos, no va a invitar a bailar a Isabela.
En esta ocasión lo escucho a la perfección, el tono de la música había disminuido en esta área de la discoteca.
—¿Todos los días trabajas de Cupido?
—Solo en algunas noches. —Río un poco.
—¿Y las otras?
Noto que varias chicas vienen camino al baño y el pasillo no es el más amplio de todos. Entonces sujeto a Mateo para acercarlo a mí, así las chicas pueden pasar sin problema. La distancia entre nuestros cuerpos se ha eliminado por completo.
—Las otras noches, me divierto.
Mis labios rozan su mejilla, su cercanía es jodidamente agradable. Siento como sus manos acarician mis brazos con lentitud. Un calor recorre todo mi cuerpo y lo único que quiero hacer en este preciso momento es besarlo, me gustaría comprobar si esos labios son tan suaves como se ven, algo me dice que sí. Además, un beso no se le debería negar a nadie. Giro un poco mi cabeza para poder unir nuestros labios, pero en ese instante él se aleja de mí, creando un abismo entre nosotros.
¿Por qué se separó? Mi ceño se frunce.
—Creo que nos están buscando.
Quedo algo confundida por sus palabras. Mi mirada busca lo que él está viendo y me encuentro con Oscar e Isabela caminando por la orilla de la pista de baile. Sin ninguna duda nos están buscando. Eso solo significa una cosa: se quieren marchar. Y no puedo permitir que sea con nosotros.
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La excepción
RomanceCarol Fernández tiene una sola regla, no tener más de tres citas con un chico. ¿Alguien podrá hacer que rompa esa regla? ¿Logrará que haga una excepción?