Permito que Mateo entre primero a mi habitación. Cierro la puerta al estar los dos adentro y coloco seguro sin dudarlo. Hay que prevenir cualquier posible interrupción. No suelo traer chicos a mi casa, y menos a mi habitación, pero creo que esta situación merece que haga una excepción.
—Ahora sí, señor prudente.
Comienzo a mover mis caderas mientras dejo caer mi chaqueta al suelo y luego me quito mis zapatos, lo que me hace sentir más pequeña delante de él. Pero al notar su mirada intensa concentrada en mí y en mis movimientos, solo me hace sentir poderosa y confiada.
Me acerco a él y hago que se siente sobre el borde de mi cama.
—¿Me ayudas? —Me pongo de espalda para que me baje el cierre del vestido.
Sus manos suben de inmediato a mi espalda y retira mi vestido mientras recorre todo mi cuerpo. Él aún se encuentra totalmente vestido, así que me volteo para intervenir y hacer que la chaqueta de su traje caiga por sus hombros. Luego sigo con su camisa, desabotonándola mientras siento cómo sus manos me sujetan con fuerza de mi cintura, como si no quisiera por ninguna circunstancia que me alejara de él.
—No me iré a ningún lado.
Una pequeña risa sale de mí.
—Solo me aseguro. —Una sonrisa traviesa se posa en sus labios. Siento sus manos bajar hasta mi trasero y lo aprieta.
Lanzo su camisa a algún lugar de mi habitación. Sus labios comienzan a pasearse por mi hombro hasta llegar a mi cuello. Muerdo mi labio inferior conteniendo un gemido, toda mi piel se erizaba al darle atención aquella zona de mi cuerpo.
—Me tienes fascinado, bonita. —Tira de la piel de mi cuello.
—¿Sí? No se nota.
—Pues me encargaré de demostrártelo.
Nuestros labios se unen en un beso lleno de pasión. Nuestras lenguas juegan entre sí, sin saber quién ganará. Él se encarga de deshacerse de mi sostén, liberando mis senos, los cuales están ansiosos de su atención.
Hace que termine sentada encima de él. Echo mi cabeza hacia atrás cuando su boca abandona la mía y deja un recorrido de besos hasta llegar a mis senos. Sus manos se pasean por mi trasero con entusiasmo. Mi cuerpo arde en deseo ante cada una de sus acciones. Necesito más, mucho más de él.
No dudo en ayudarlo a quitar su cinturón y también desabotonar su pantalón, queriendo liberar su miembro. Mi mano no duda en estimularlo con determinación. Mis acciones hacen que él muerda mis pezones, lo cual causa que la excitación en mi cuerpo aumente.
—Te necesito dentro —suplico con mi voz.
—¿Tienes...? —No espero que termine la pregunta y me levanto de encima de él para buscar un condón.
Aprovecho para quitar la única prenda que quedaba en mí. Al regresar a junto a él, noto que está totalmente desnudo y que se ha acomodado en una mejor posición en la cama.
ESTÁS LEYENDO
La excepción
RomanceCarol Fernández tiene una sola regla, no tener más de tres citas con un chico. ¿Alguien podrá hacer que rompa esa regla? ¿Logrará que haga una excepción?