Mateo está justo a mi lado, mientras que mis padres están frente a nosotros en la mesa. Porque sí, en efecto lo han invitado a quedarse a cenar, y al parecer Mateo no tenía la capacidad de decir que no. Es una palabra que aprendí a decir a los dos años y debo aceptar que es una de mis palabras favoritas en este mundo, más cuando se trata de mis padres.
—La última vez que te vi creo que fue en un partido de tenis de tu escuela —comenta mi padre—. ¿Lo sigues practicando?
—Oh, sí, no tan seguido como antes. El trabajo no me deja tanto tiempo libre —responde Mateo mientras come.
Han preparado salmón con puré de papas y vegetales. Si no hubiera comido antes de venir, tal vez tendría apetito. Pero ahora solo me entro uno de dos bocados cada vez que mi madre me mira. En cambio, Mateo come con entusiasmo, parece disfrutarlo.
Desde donde estoy puedo verlo de perfil y tengo que admitirlo, este hombre en realidad es atractivo. Todas sus facciones lo hacen ver elegante y distinguido. Es simpático con mis padres, responde cada una de sus preguntas con amabilidad, hasta ha hecho algunos chistes que les han causado gracia a mis padres.
No he aportado a la conversación más de lo necesario. Pensaba que me iba necesitar para sacarlo de las "típicas preguntas incómodas". Pero no, él ha sido capaz de desenvolverse y responder cada una de ellas sin necesitar mi ayuda.
—Eres el contable de todos los hoteles y restaurantes, ¿cierto? —cuestiona mi madre.
Parece una entrevista de trabajo, o peor, un interrogatorio para saber si es el candidato indicado para ser mi novio.
—Sí, llevo dirigiendo las finanzas de todo hace un año.
—Debe ser mucha responsabilidad, ¿no? —investiga mi madre.
—Un poco sí, pero al entrar tuve la guía de mi tío Alonso y de mi abuelo, así que cogí el ritmo con prontitud.
—Eres en definitiva un gran joven, Benjamín debe estar orgulloso. Me imagino que se sintió feliz al saber que ibas a unirte al negocio familiar.
Mateo no comenta nada, solo asiente. Entonces lo veo bajar su cabeza y concentrarse en su plato, lo cual me hace pensar que se ha sentido algo incómodo con lo que ha dicho mi padre.
—Ya sé lo que haces y no es necesario —intervengo—. He dicho que para mí es un honor ser parte algún día del negocio familiar.
—No lo decía por eso, Carolina. —Una leve sonrisa se posa en los labios de mi padre. Tenía mucho sin verlo sonreír—. Solo reconozco que me agrada que tengas alguien como Mateo en tu vida, alguien que pueda ser buena influencia para ti.
En ese instante suena el celular de mi padre. Reconocía ese ringtone a kilómetros, y la verdad me había parecido extraño que haya durado tanto en la cena, siempre hay algo más importante que compartir con su única hija.
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La excepción
RomanceCarol Fernández tiene una sola regla, no tener más de tres citas con un chico. ¿Alguien podrá hacer que rompa esa regla? ¿Logrará que haga una excepción?