¿Acaso estaba pidiendo permiso para aquello? Su dedo roza mi clítoris, haciendo que cierre los ojos unos segundos. La brisa fría que me molestaba hace unos minutos ha perdido su poder sobre mí. La temperatura en mi cuerpo ha aumentado como nunca. Así que sin dudarlo asiento con mi cabeza.
Mi acción le da la aprobación que necesita. Sus manos sujetan mi cintura con fuerza y en un instante estoy encima del borde de la piscina. Su cabeza queda a la altura de mi intimidad. Lo ayudo a quitar mi tanga para darle mejor acceso y así poder disfrutar al máximo de lo que está a punto de hacer.
Abro mis piernas, estando del todo expuesta ante él. Una sonrisa lasciva está sobre sus labios, lo cual me hace sonreír también. Una corriente caliente recorre todo mi cuerpo al sentir su lengua sobre mis labios vaginales. Mis ojos están sobre los suyos, los cuales me miran con deseo. Es demasiado excitante tenerlo entre mis piernas. Apoyo un poco mis brazos detrás de mí para mantener el equilibrio. Siento que sus manos aprietan mis glúteos y me acercan más a él.
—Oh, Mateo —gimo sin poder evitarlo.
Él continúa con sus estímulos en aquella área tan sensible. Pasa su lengua esta vez por mi clítoris, en forma de círculos, centrándose en causarme placer. Luego baja de nuevo a mis labios, introduciendo por completo su lengua en mi interior. Entro una de mis manos en su cabello para sujetarlo un poco y evitar que se alejara. Lo tengo que admitir, tiene una habilidad envidiable, siento varios espasmos avisando mi orgasmo. ¿Es en serio? Nunca nadie ha conseguido que terminara tan rápido.
—Hazlo —murmura contra mi intimidad.
Deja un ligero azote en uno de mis glúteos. No puedo contenerlo más, muevo mi pelvis con rapidez contra él. Un grito se escapa de mí cuando siento mis piernas temblar y así llegar a mi esperado orgasmo.
Él se encarga de lamer cada gota de mi néctar. Noto que se separa de mi entrepierna lamiendo sus labios.
—Tenemos un problema, Carol, creo que me volveré adicto a ti.
—Problema tuyo. —Mi pecho se mueve con irregularidad.
—Oh, mira. —Lo escucho reír—. Pues tendré que hacerte adicta a mí.
Lo veo nadar hacia las escaleras de la piscina para salir de esta. Camina hacia mí, mientras peina su cabello. Varias gotas de agua recorren todo su cuerpo y yo no he podido apartar ni un segundo mis ojos de él.
—Vamos, adentro estaremos más cómodos. —Me extiende su mano.
La tomo y en un segundo estoy de pie a su lado. Él recorre con descaro mi cuerpo y se detiene en mis senos.
—Creo que esto está de más, ¿no? —Tira de mi sostén.
—Muy de más. —No dudo en quitar mi sostén, quedando del todo desnuda ante él.
Él sonríe y toma mi mano para comenzar a caminar hacia la habitación.
Al entrar y cerrar la puerta, el calor acogedor se apodera de mi cuerpo. Mis ojos quieren recorrer cada rincón de la lujosa habitación, pero él no me da tiempo de hacer aquello. porque en un parpadeo estoy contra la pared. Siento la dureza de su entrepierna contra mi trasero.
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La excepción
RomanceCarol Fernández tiene una sola regla, no tener más de tres citas con un chico. ¿Alguien podrá hacer que rompa esa regla? ¿Logrará que haga una excepción?