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Mateo

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Mateo

Mis ojos están sobre mi computadora portátil, no puedo darle la atención que ella merece en este momento, ya que tengo que revisar algunos datos antes de mañana. No tengo idea cómo he dejado esto para último momento. Leo cada nota que me ha dejado Gabriel en la presentación que vamos a utilizar mañana en la reunión que tenemos con el gerente.

Este tipo de viajes siempre lo hacemos juntos, pero le he pedido que se fuera en otro auto para tener algo de privacidad con Carol. Él accedió sin siquiera preguntar la razón, pero estoy seguro de que debe imaginársela.

Pongo mi mirada sobre Carol, se encuentra sumergida en su celular. Una sonrisa aparece de repente sobre sus labios, supongo que algo le ha causado gracia. Ese simple gesto hace que mi corazón se hunda en mi pecho.

No entiendo lo que me sucede con exactitud, solo sé que desde que la vi en aquel bar, algo se activó en mí, una necesidad de conocerla. Conocerla en realidad, no solo esa parte de ella comparte con todos. Si no aquella parte que esconde, quiero que se sienta cómoda conmigo y que pueda ser ella misma. Me gustaría hacerla sentir como ella a mí.

Lo poco que hemos compartido me ha hecho ver que es impulsiva, directa, extrovertida, atrevida y tenaz. Es por esta razón que me gusta lo suficiente para sentirme asustado. Nunca es fácil abrirse con otro, decirle tus sueños, pero también tus miedos. Técnicamente te vuelves totalmente vulnerable ante la otra persona, le das el poder de destruirte y a veces elegimos mal. En ocasiones les damos ese poder a personas que no se lo merecen.

Siempre he sido de arriesgarlo todo. Porque cuando nos arriesgamos podemos perder, pero también ganar.

El tiempo que el universo me regala a su lado, sin importar si es efímero o sempiterno, lo disfrutaré al máximo, porque no creo en las segundas oportunidades. Por eso trato de aprovechar la primera, porque para mí la primera es la única.

Fue hace años la última vez que tuve la oportunidad de conocer a alguien. Si mal no recuerdo, estaba cursando mi primer año de universidad. Compartía estadísticas con una morena, la cual tenía unos ojos color miel atrapantes. Su nombre es Amelia, salimos por meses, pero al final descubrimos que no éramos tan compatibles como pensábamos. Ahora mismo es una de mis mejores amigas y sin dudar le confiaría mi vida.

Ella me enseñó que no porque no funcione una relación significa que debes sacar esa persona de tu vida. Tal vez como amigos se complementen de mejor manera. Amelia es la prueba de eso.

Aunque le ruego al cielo que no sea el caso de Carol. La química que siento con ella no es común y estoy dispuesto a explorar lo más que pueda esto junto a ella.

—Si me sigues mirando así, me vas a gastar. —Sus palabras hacen que me percate que llevo un gran tiempo mirándola.

—Si eso llegara a pasar, sería tu culpa —cierro la computadora para dejarla a un lado en el asiento—, por tener una belleza tan cautivadora.

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