13. ¿Qué quiero de nuestra relación?

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Milo tenía un dolor de cabeza intenso. 

Llevaba diez minutos intentando prestar atención a las tres conversaciones simultáneas que le explicaban qué era Saint Seiya y por qué era tan importante para esos niños.

Hasta ahora, entendía que el Pegaso era el protagonista, que era hermano de Andrómeda, este último era amigo de un ¿Pato? y después lo salvó en Libra. Había un dragón que le gustaba echarse al sol, por eso se quitaba la camisa. Athena les pegó de niños, los usó de caballitos y después les dio besos como su papá, porque ahora era buena y los protegía. Después llegó el caballero de Leo que como es un gato grande, se comió al Pegaso. No, no, era cierto. No se comió a Pegaso, se peleó con el Pegaso, pero el hermano de Leo apareció y Athena lo besó y fue «hodible».

Ah no, Athena iba a besar a Pegaso, pero no lo besó porque un pajarraco se le entrometió, pero eso fue antes. No, que fue después, no antes. Bueno, que no importa y al final, el de Sagitario le dio una esfera de luces a Pegaso, no fue de luces sino de cosmos que es como la energía espiritual de las personas, pero se compone de muchos sentidos, como mil. Ah no, son ocho, pero no todos llegan al octavo, como mucho al sexto, que es el de la intuición como la canción de Shakira. Bueno, con esa cosa golpeó al de Leo y después el gato se fue maullando, pero se volvió malo y...

Para este momento, Milo necesitaba una pastilla.

¿Una? No, necesitaba cientos.

Ahora tenía una jaqueca monumental.

¿Por qué era tan difícil para él, escuchar a los tres al mismo tiempo? Había visto a escondidas a Camus hacerlo en la mañana y supuso que él también lo lograría, pero ahora...

No estaba tan seguro de eso. 

Al menos, había aprendido algo de ellos.

Sisyphus era un niño bastante maduro para su edad, apasionado y muy agradable. Écarlate era una bomba de energía, que parecía ir a una frecuencia entendible para Milo. Sin embargo, Krest...

Exigía demasiada atención mientras decía quién sabe qué cosas en un tono muy mimado que no usaba cuando estaba el atractivo pelirrojo presente. Si bien seguía en la misma línea de ser voluntarioso y haciendo pucheros, a veces se desesperaba porque Milo no le entendía y amenazaba con meterlo en un «ataúd de quistal»  si seguía distrayéndose.

¿Por qué Milo no se iba de ahí ya? No lo sabía. Intentaba poner su mejor esfuerzo por Camus, pero reconocía que esto sobrepasaba su paciencia.

El sonido del cristal al romperse en algún lugar del departamento, sobresaltó a todos. Los cuatro intercambiaron miradas sin saber qué hacer.

Iré a ver — dijo el pequeño pelirrojo.

Écarlate salió corriendo y Milo, una vez dejó al koala sentado en el sillón, persiguió al otro a toda velocidad. Era un niño de pocos años y si bien sus piernas eran ágiles, el rubio era más grande. Sólo por eso, sus zancadas lo alcanzaron antes de que entrara a la cocina.

Entre risas, el mayor se echó al hombro al pequeño como si fuera costal de papas y lo sujetó de su cintura.

— No te escapes así, puede ser que los vidrios te corten — enseñó aún sonriendo.

— ¡Es trampa, es trampa!

Entró a la cocina cambiando de posición al niño. Lo ancló a su cadera y el pequeño se la rodeó con sus piernas, sujetando su cuello. Milo sonrió complacido por lo bien que se sentía, tener así al pelirrojo menor.

Camus colgaba el teléfono de la pared y mantenía el silencio de espaldas a Milo. Se frotó el rostro con ambas manos, parecía tener sobre los hombros una muy pesada carga.

Propuesta Indecente [Milo y Camus | +18 | Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora