22. El monstruo que acecha.

467 33 517
                                    

Hospital Saint George - Domingo por la mañana

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hospital Saint George - Domingo por la mañana

Dégel llevó el vaso de telgopor hacia sus labios, su cabeza se hundía en las distintas opciones que debía elegir antes de que Kardia abriera los ojos. El momento decisivo se acercaba y Cronos seguía su camino sin esperar a nadie.

El líquido café oscuro, caliente y aromático penetró sus papilas gustativas dejando un sabor amargo y su rostro representó el desagrado. En su premura, se olvidó del azúcar y durante una fracción de segundo, meditó la posibilidad de regresar a por los sobres de edulcorante. Fue su afán de estar con Kardia el que primó.

Aceleró su paso, su melena larga y lacia se movía al compás de sus piernas. Por costumbre, su mano izquierda acomodó los mechones de su fleco descubriendo su frente. Era un gesto nervioso, uno de tantos que se repetían al compás de un corazón inquieto y preso de la angustia.

Había estado en el borde del barranco, muy cerca de la pérdida del hombre que constituía su vida, su bienestar y hogar. Kardia Scorpio lo era todo para él y saberlo a punto de morir, le dejó desquiciado.

A pesar de los innumerables peros que tenía con respecto a Milo, reconocía que el griego había sido un gran apoyo y ayuda. No sólo por quedarse con los chicos y cuidarlos de verdad, sin sobrepasarse, siendo responsable y contenedor con sus sobrinos.

También ayer él se quedó con Camus y lo cuidó como ninguno, según las palabras que su hermano. No dudaba de ello, los médicos le dieron incontables quejas sobre el comportamiento territorial y cuasi sobreprotector de Milo. Eso le recordó a Kardia.

Kardia...

¡Lo iba a matar cuando despertara!

Apretó la mandíbula y aceleró el paso en compás de sus emociones homicidas. La plática con Aldebarán le despejó sus dudas, pero le dejó unas ganas incontenibles de meter en hielo a ese griego cabezón para ver si así, se le bajaba el calor que le impedía pensar con coherencia y cuidar de su salud.

¿Cuándo se le ocurrió al connard que si le ocultaba lo de su enfermedad, todo estaría bien?

De todas las estúpidas ideas de su marido, ésta se llevó las palmas.

Y ahora era Dégel quien tenía que serenarse para no alterar más al griego idiota con una pelea, pero ya llegaría un momento en que podría darle con un mazo.

Un momento, no necesitaba pelearlo o darle con el mazo.

El estado delicado de Kardia de seguro establecería que no estaban permitidas las relaciones sexuales y ese, sería el castigo perfecto para su lujurioso marido.

Dégel alargó una sonrisa peligrosa, del tipo que hasta a su hermano ponía a temblar. El castigo sería terrible y él no tenía que mover ningún músculo. Lo pagaría Kardia en carne propia cuando se le negara lo que más amaba de la vida: poseer el cuerpo de Dégel.

Propuesta Indecente [Milo y Camus | +18 | Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora