28. Los tesoros de Écarlate

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¿Qué van a querer cenar, hijos? —fue lo primero que preguntó al entrar a la sala.

A pesar de sus esfuerzos, la voz de Camus sonó ronca. Tardaría tiempo en recuperarse. En un extremo de la mesa de centro, Ecarlate y Sisyphus hacían la tarea. En otra esquina, un Krest muy concentrado, coloreaba un dibujo.

—Yo me hago cargo de eso —dijo Milo tras él, con un hombro apoyado en el marco de la puerta en posición insolente—. Descansa.

—¡No, no! Yo quiero que papá Camus cocine —empezó Écarlate.

Y yo prefiero que tu papá descanse.

—No, está bien, Milo. Yo cocinaré.

—No, Camus, estás convaleciente. Acabas de salir del hospital, debes conservar tus fuerzas.

—Prometo no cansarme —añadió, complacido por los cuidados del rubio.

Camus —lo censuró con la voz.

—Milo —dijo en el mismo tono—. Si hago mucho, me detienes y lo haces tú. ¿Te parece bien?

El griego sacudió sus cabellos con rebeldía. Buscó en los niños un apoyo y por supuesto, ninguno se lo dio. El entrenamiento diario daba sus frutos.

—De acuerdo —dimitió a regañadientes sabiéndose solo en la contienda.

—Bien, pues... Sis, ¿me traes mi computadora? Por favor.

—¡Por supuesto! —aceptó antes de salir caminando a toda velocidad.

De no traer el collarín, habría corrido.

Milo, ¿quieres sentarte aquí a mi lado?

—¿No dijiste que ibas a hacer la cena? —le contraatacó con saña.

—Sí, pero aún no tengo los ingredientes —comentó ladino.

El rubio obedeció. Écarlate se les acercó oteando con curiosidad.

Papá Camus, ¿qué tienes en la muñeca?

—Es... mi pulsera de paciente.

El niño la revisó con interés, Camus hizo una mueca dolorida al distinguir los cabellos enmarañados de su hijo, muestra de que nadie lo cepilló estos últimos días y ahora eran una copia fiel de la melena de Kardia. Tardaría horas en alisarlos.

Jo~, ¿por qué es roja, papá Camus? Las que me ponen son blancas.

—Ahora usan éstas para los alérgicos —le acarició los cabellos—. Eso me dijo la enfermera.

Ya veo —levantó la carita sonriente—. ¿Me la puedo quedar, por favor?

Camus sonrió al reconocer el ímpetu de su hijo de coleccionar cosas interesantes.

Propuesta Indecente [Milo y Camus | +18 | Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora