Milo es un ser de fuego duro y despiadado, acostumbrado a conseguir todo aquello que se propone. Camus es un estoico hombre de negocios, con un pasado oscuro que le impide ceder a sus impulsos.
Una noche, estas dos fuerzas opuestas chocan en un rin...
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Esa mañana, Camus abordó la camioneta y revisó su aspecto en el espejo del vehículo. Con la intención de no asustar a su personal, eligió deshacerse de la venda en la cabeza y colocarse un parche. Aún y con eso, su secretaria Angie fue categórica:
—Señor Roux, tremendo madrazo que se metió. Debería estar en cama y descansar, pero es terco como una mula.
Ninguna excusa fue suficiente y su única opción fue imponerse como jefe para quedarse a trabajar. En consecuencia, la mandona de Angie se ocupó de que todos sintetizaran sus solicitudes y de espaciar sus visitas para permitirle descansar.
A mitad de la jornada, Camus lo agradeció. El dolor de cabeza inicial se convirtió en jaqueca y al finalizar el día de trabajo, descansó en el asiento trasero del vehículo con una almohada anatómica en el cuello. cortesía de la secretaria.
—Camus, estamos en la escuela.
—¿Tan rápido? —dijo con voz tomada por la ronquera.
Tuvo que aclarársela un par de veces y ni con eso perdió la sensación rasposa. El diligente de Crystal le entregó un termo con una bebida caliente. Camus la degustó y sonrió al reconocer el sabor.
»Gracias, me encanta el té de jengibre, miel y limón.
—Lo sé y te hará bien en la garganta. Tómate un par de minutos, llegamos con mucho tiempo de sobra.
Obedeció a regañadientes. A finales de cuentas, Crystal detentaba sobre él una influencia que ninguno de sus otros trabajadores. Le debía la vida y aborrecería arriesgar de nueva cuenta al chofer por una estupidez.
El recuerdo de Sophie lo persiguió durante su trayecto hacia la entrada de la escuela. Por inercia, llevó sus dedos hacia las cicatrices formadas después de ese descomunal exabrupto.
"¿Dónde estás, Sophie? ¿Por qué te escapaste?".
Lo aturdía el mero pensamiento de que ella estuviera en peligro. Sus sentimientos seguían fuertes por la mujer aunque se hubiera desplazado de lugar en su vida, de pareja a amiga y madre de sus niños.
Se recriminó ignorar la escapatoria de la mujer por tanto tiempo y concentrarse en otras cosas. El sentimiento de culpa se asentó en su pecho como un visitante inesperado y le impidió relajarse. Necesitaba hablar con Hasgard para revisar las medidas tomadas al respecto con la policía.
Debían encontrarla, Sophie requería tratamiento psiquiátrico lo más pronto posible, su trastorno era peligroso para ella y cualquier otra persona que la rodeara.
—¡Papá, papá!
La figura de Écarlate corriendo hacia él evaporó la línea de pensamiento. Se concentró en su niño y extendió los brazos para recibirlo. A pesar de las indicaciones médicas para mejorar su salud, lo cargó y apoyó en su cintura.