7

699 92 4
                                        

Unos días después, Izuku seguía sintiendo esa soledad que le recordaba a la mayor parte de su vida; misma que había desaparecido con la compañía del pelicenizo, quien ahora ya no estaba.

Izuku ha estado durmiendo afuera desde que Katsuki se marchó, de esa forma pondría como excusa el frío en su piel a causa del aire y no por la falta de cierta persona.

Se sentó en la entrada de aquella choza, recargó su cabeza en la pared y cerró sus ojos.

Qué aburridos y largos le parecían los días, como si no fueran a terminar jamás.

Pensaba en quedarse dormido, total, no tenía nada más que hacer, pero un ruido viniendo del bosque cercano lo alertó.

¿Oficiales?

¿O alguien más yendo tras de él?

No estaba de humor para lidiar con nadie, suficiente tenía con estarse escondiendo todo el tiempo.

El ruido parecía acercarse cada vez más y más, se levantó enojado y preparó su arma para un combate. A la mierda la paz, esta vez no tendría piedad con quién sea que le esté siguiendo.

—Por fin lo logré. ¡Agh! Por fin... Logré matarlo.

—Tú... ¡Katsuki! -soltando su arma, corrió hasta el menor, quien salía del bosque cargando en su espalda un gran animal. —¡Katsuki! -volvió a llamarlo cuando lo tuvo de frente.

Su corazón latía desesperado, intentó ayudar al cenizo; sin embargo, este se desmayó antes de que pudiera alcanzarlo.


×××


Cuando era un niño, Tsu-sensei cuidaba mucho de mí.

Yo siempre quería buscar oponentes fuera de nuestra zona, encontrar algún dojo y enfrentarme a sus mejores estudiantes, quería poner a prueba mi fuerza.

Pero sensei decía que eso no me volvería más fuerte, que debía seguir entrenando con él.

Golpeaba todos los días con la espada de bambú un árbol; conforme crecía, el árbol también lo hacía, y las pruebas de mi esfuerzo iban subiendo a un punto que ya no podía alcanzar.

“¿De verdad me estoy volviendo más fuerte?”

No dejaba de dudar.

Blandía troncos hasta que mis manos estaban a nada de sangrar, y sensei me llamaba la atención por eso.

“Si lastimas tus manos, ¿Cómo vas a blandir tu espada cuando llegue el momento?” Me decía.

“¿Cuándo llegará ese momento?” Reclamaba yo.

Solamente quería ser más fuerte sin ningún objetivo en concreto.
Y por ende es que seguía buscándolo.

Deseaba encontrar algo por lo cual valiera la pena blandir una espada y entregar mi vida a ello.

Hallar la razón de ser un samurái.

Pero no había nada para mí.

Cuando llegué a los doce años de edad, estaba tan aburrido de la vida, demasiado cansado de tener que vivir con un samurái y vivir como tal.

“¿De qué me sirve tanta fuerza si no puedo demostrarla?”

“¿Cuál es mi motivo para convertirme en un samurái?”

Quería deshacerme de mi espada, romperla, olvidarme de todo lo que tuviera que ver con eso.

“Serás reconocido por Shogun-sama. Podrás volverte un buen samurái que luche por el bien de los demás.” Decía sensei con entusiasmo.

Dekubaku En Edo - [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora