Capítulo 19 - La noche que nunca terminó

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Cuando el calor del quirófano comenzó a aumentar y Ginebra se quedó completamente dormida, Erin se deslizo lentamente fuera de la camilla. Estuvo un par de segundos observando a Ginebra dormir; sintiéndose culpable de su estado actual. Después sintió la humedad deslizándose por sus mejillas y vio la primera lágrima correr con velocidad hasta el suelo, inmediatamente paso sus manos sobre su rostro como si intentara detener el llanto, más le era imposible. Se había convertido en un acto reflejo a todo lo que llevaba ocultando.

"No debo dejarla sola ni un instante", pensó mientras la miraba y salió de prisa del quirófano. Con las manos en el rostro, simplemente se quedó en la zona de esterilización y lavado de manos a un costado del quirófano; con la ayuda de su reloj aún era capaz de monitorear a Ginebra.

Se sentó en el suelo dejando ya las lágrimas correr desbocadamente y sin despegar las manos de su cara. Lo que parecía un llanto leve ahora había aumentado el volumen; aún así nadie sería capaz de oírlo. Entre sus pensamientos solo corrían los sentimientos de culpa. A su mente llegaban rápidas imágenes de cuanto había estado haciendo los últimos tres años: todo se resumía a lo mismo, estudios, intervenciones, calorías blancas, paciente tras paciente.

Creyó que su proyecto estaba estancado, sin vistas a lograrse jamás; siendo este pensamiento uno de sus mayores temores. Sin embargo, lo que pensó después fue aún peor: sabía que no solo estaba cometiendo actividades ilícitas, también estaba arruinando vidas. Recordó a todos y cada uno de sus pacientes dentro de la cabaña, no podía asignarles un rostro, todo lo que conservaba de ellos eran sintomatologías, números y causas de fallecimiento.

Erin poseía memoria fotográfica, más su cerebro estaba bloqueando todos sus arrepentimientos. Y como si se tratara del último factor a considerar, entendió que todas las vidas que había quitado estando dentro de la cabaña eran exactamente como la de Ginebra; con tanta singularidad y aspectos propios. "Ya te quité la vida cientos de veces, Gin", pensó.

Cuando el llanto cesó, lo siguió una completa soledad y un vacío que nada era capaz de llenar. Sus fervientes deseos por llegar a su objetivo eran ya muy frágiles. Todo comenzaba a carecer de sentido.


Cuando recupero su postura recta, regresó al quirófano. Se desplazo con desgano hasta el pequeño estante lleno de medicamentos, indicaciones y dosis de diferentes psicotrópicos. Tomo una de las jeringas y la lleno hasta llegar a los diez mililitros de diazepam y la dejo sobre una de las mesillas a su lado. Dándole la espalda a Ginebra, miró la jeringa por un largo rato. No la necesitaba más, pero era deber de todos siempre cargar con una.

En el momento en que Ginebra recobro la conciencia sintió el frío abrazando sus manos. Antes de abrir los ojos, toco sus nudillos y tensó las piernas. Sintió como si en una noche su cuerpo se hubiese hecho más fuerte y sólido de lo que alguna vez fue. Pronto comenzaron a llegar como ráfagas todos los recuerdos que había presenciado mientras estaba dormida.

Vio a su padre dándole clases, tarde tras tarde hasta caer rendida por el cansancio. Estaba extrañando a su padre más que nunca, no podía recordar donde estaba o si es que se encontraba bien. Las únicas partes que podía recordar de su vida pasada eran los dos episodios más dolorosos durante su infancia; y en ambos su padre la había regresado a la realidad, gracias a el Ginebra no habría arruinado su vida bajo decisiones erróneas.

Creyó que tenía con su padre una duda enorme: "tal vez sea una duda que debería pagar con mi vida", pensó. Sin embargo, todas sus memorias no podían ir a días recientes. ¿Cómo estaba su padre poco antes del estado actual de Ginebra?

El llanto de Ginebra se vio bloqueado por un fuerte sentimiento de ira. Apretó sus puños hasta sentir sus uñas encajándose en su piel. Hace unas horas le era emocionante el poder desbloquear recuerdos, pero ahora estas memorias se habían convertido en respuestas que necesitaba. La impotencia de no tenerlas solo la incitaban a buscar los peores escenarios.

Déjame entrar a tus recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora