Capítulo 22 - Suponiendo una vida ideal

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Al despertar, Ginebra sintió los nudillos adoloridos y su estómago le rogaba por comida.

—Que bueno que despiertes, unos minutos más e iba a tener que despertarte yo misma —Makeda se acercó a Ginebra con un vaso de calorías blancas ofreciéndoselo—. Supongo que tendrás hambre después de la adrenalina desbordada, ¿cierto?

—Si, supongo —Ginebra titubeo aturdida y sostuvo las calorías blancas al sentarse con calma. Todas sus extremidades estaban libres. Como su primer pensamiento se preguntó dónde estaba Erin, y porque todo lucía en completa calma. De cierta forma, estaba acostumbrada a despertar con confusión y dudas, rara vez despertaba en completa tranquilidad. Sin embargo, aquella vez se mostraba un tanto diferente el ambiente. No sintió la necesidad de poner todo su cuerpo en alerta. 

Sin temor, bebió las calorías blancas.

—¿Lograste liberar todo tu enojo? —pregunto Makeda mientras sostenía una bandeja con comida, esperando a que terminara con las calorías blancas para entregársela.

—¿Qué? —Ginebra no estaba segura de sí se refería a los golpes. Esperaba que no.

—Bueno bueno, no hay por qué ocultar algo que es visible —le entregó la bandeja y recogió el vaso vacío. – Dejaste bastante herido a Erin.

—Eso... —no sabía de qué manera excusarse. Ni siquiera estaba segura de sí deseaba hacerlo.

—Es probable que hayas deseado hacerlo desde tu primer día aquí, así que no voy a juzgarte por tomar la ventaja cuando la tuviste frente a ti. Más bien, creo que todos aquí sabemos que podría considerarse un aspecto de "defensa personal..."

—No —la interrumpió—. Lo cierto es que después de estos días mis razones para atacar eran muy pocas; si lo ataque es porque quería hacerlo, fue mi medio para conseguir las respuestas que necesitaba.

—Entonces, ¿Has tenido lo que querías?

—Si. Y quiero continuar con todo esto —titubeó—, se los riesgos a los que me expongo; pero creo que la vida humana no es más que un conjunto de nuestras memorias. Sin ellas, mi existencia se reduce a las pocas cosas que he hecho aquí, las cuales creo que parecen más fracasos... —miró la férula en su pierna— ... y quiero elevar mi sentido existencial más allá de esto. El primer paso es sobrevivir y tener de vuelta mis recuerdos, entonces sabré que hacer.

—Aún sin recuerdos, Ginebra, mereces una existencia en paz. En la que tu salud no se ponga en riesgo constantemente —Makeda trataba de sostener sus palabras de forma convincente, pero era consciente de que la situación se prestaba a contradicciones—. La oferta de tomar tu libertad y esperar a que el tiempo y las drogas actúen con lentitud siempre está disponible.

—Mantendré mi decisión de quedarme —Ginebra dio un sorbo al jugo de manzana—. Además, confío en lo que ustedes puedan hacer.

—¿Recuperar tus memorias es la única razón por la que has decidido quedarte? —Makeda buscaba la afirmación a sus suposiciones, jugaba con las preguntas para no decirlo directamente. Se hallaba emocionada por lo bien que conectaban Ginebra y Erin—. Es decir, me ha gustado bastante tu visión de la existencia humana; no me la había planteado de esa manera hasta este momento. Pero me gusta suponer que hay alguna otra razón, ¿O no?

El quirófano se quedó en silencio. Ginebra entendía a qué punto y a que razones buscaba llegar Makeda. Dudaba de si Erin era una segunda razón para quedarse en la cabaña; incluso, le asustaba que pudiera llegar a ser la primera razón.

—No —contestó con firmeza esperando que no encontrara la posible mentira—, es todo.

—Ah, está bien —Makeda suspiró sin la certeza de escuchar su honestidad—. Solo no vuelvas a golpear a Erin; él es mi amigo, y no disfruto de verlo lastimado.

Déjame entrar a tus recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora