Capítulo 20 - Cultiva las heridas correctas

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—¿Me dejarías curar tus heridas? —preguntó Ginebra mientras veía los hematomas en el rostro de Erin formándose, aunados al hilo de sangre que salía de su boca.

—¿Qué? —la adrenalina provocada por los golpes había cesado. Erin estaba cansado y creía no entender la petición de Ginebra: "jamás descubro lo que estás pensando", se dijo—. No hay mucho que curar, son solo moretones. Mejor déjame vendar tu mano.

Ginebra mostró una expresión molesta.

—Esta bien, está bien —dijo Erin alzando las manos—. Puedes curar mis heridas, pero primero arreglare tu mano.

Los siguientes minutos se mantuvieron en completo silencio. Era la calma antes de la tormenta. Erin limpió con máximo detalle la herida provocada por el vidrio en la mano de Ginebra, fue precavido y revisó que no tuviera ningún trozo de cristal incrustado entre los pequeños coágulos de sangre que comenzaban a formarse. Esto último le preocupó, no creía que su sangre debiera coagularse con tanta velocidad. Se trataba de un efecto provocado por las drogas. Esta vez Erin estaba en un terreno poco explorado, no había llegado antes a esta parte del estudio; regularmente terminaba antes de llegar a ese punto. "Volver a revisar las dosis", dijo para sí como si tratara de anotarlo en una lista mental de cosas que debía hacer al iniciar un nuevo día.

Una vez terminó de vendar la mano de Ginebra, tomo asiento sobre la camilla para estar a su altura, y dejo que esta vez fuera ella quien con sumo cuidado colocara compresas de hielo sobre su rostro irritado y limpiara los restos de sangre fuera de sus labios. 

Para Ginebra fue un tanto extraño rosar los labios de Erin con una gasa húmeda, creyó que podía sentirlos con su piel, pues era solo un trozo de tela lo que los separaba. Odiaba la sensación que la recorría cada que sus manos se encontraban cerca de su rostro, se sentía nerviosa. Anteriormente lo había besado sin pensar en las sensaciones que eso conllevaba, ni en las consecuencias que esto pudiera traer para ambos. Pero ahora la relación que compartían acababa de cambiar: "¿Cómo se supone que debes tratar a quién ha atentado contra tu vida?", se preguntó mientras caía en cuenta que ese cuestionamiento era recíproco.

El silencio y la calma se disiparon dejando que el ambiente tomara otro rumbo. La calma cesó dando lugar a la nueva tormenta. Gradual y dolorosa.

—Solo pienso hacerte una pregunta. Y espero que con ella puedas darme todos los detalles que necesito —dijo Ginebra tras retirar la última compresa de su mandíbula.

—Tal vez necesites más de una cuando sepas la historia completa.

El último silencio.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Ginebra al sentarse en la camilla a su lado.

—Supongo que no será una sorpresa si te digo que todo este tiempo he estado experimentando con ustedes —Erin decidió que todas sus palabras a partir de ahora irían directas y si ningún filtro como siempre solía hacerlo. No importaba si la realidad resultaba cruda ahora, pues ya no le quedaban formas de maquillarla. Dudó de para quien resultaría más doloroso saberlo y aceptarlo, si para Ginebra o para él; supo la respuesta en seguida.

El frío golpeó el quirófano. Ginebra estaba asustada de oírlo. Ahora sus suposiciones tomarían una forma real. Era como aceptar que su rol siempre había sido el de la víctima.

—Verás, el Alzheimer es una enfermedad degenerativa, es decir, hace que las células del cuerpo se desgasten provocando que el organismo se deteriore gradualmente... —Erin evocó el estar exponiendo para alguna clase de psicopatología en la universidad, pero esta vez debía saltarse los tecnicismos; simplificarlo— ...en este caso, ese desgaste se da en las conexiones neuronales dentro del cerebro, imposibilitando cosas como la memoria o el lenguaje. Esta enfermedad suele ser heredada y puede causar la muerte a quienes la padecen, que en su mayoría son personas de la tercera edad. Ahora bien, su mayor problema radica en que no existe una cura o un tratamiento para detenerla; simplemente existen algunos medicamentos que retrasan o impiden los síntomas por lapsos de tiempo, sin embargo, al final solo hay un resultado que empeora con el avance de los años —el preludio ha terminado—. Lydia, Adam y tu vienen de familias que les han heredado el Alzheimer. Juegan constantemente con la probabilidad de desarrollarlo a futuro o que sus hijos lo desarrollen —un silencio. Erin tragó saliva con aspereza—. He visto esta enfermedad de cerca desde que era pequeño, se cuánto puede arruinar la vida de una persona y de quienes le rodean. Es por eso por lo que hoy estamos aquí, yo voy a encontrar un tratamiento para el Alzheimer, y partiré con ustedes como mis pacientes a prueba.

Déjame entrar a tus recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora