Capítulo 12 - Buscando entre líneas implícitas

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A la mañana siguiente Erin pudo sentir las consecuencias de los tragos de la noche anterior, su cabeza punzaba con fuerza mientras que su estómago se encontraba luchando con su esófago para no vomitar. Al sentir su boca seca y recordar todo lo que había pasado salió de la habitación con nerviosismo en sus pasos y en sus acciones; desde la oscura puerta miro hacia el sofá esperando encontrar aun el cuerpo de Valentin reposando, y al notar que así fuera, continuo su camino con mayor dedicación hasta el baño al otro extremo.

Estando dentro lavo su rostro con agua fría mientras razonaba en cuanto tiempo más debería permanecer en ese departamento, y en consecuencia, en el estado de Nueva York; al no encontrar una respuesta que le fuera satisfactoria regresó a la sala esperando complacientemente a que su compañero despertara, lo cual tardo apenas unos escasos minutos, pues Valentin despertó con desconcierto en la cara y logrando, casi sin éxito, correr hacia el baño para vomitar todo cuanto había en su sistema.

—Dormí en el sofá —dijo Valentin tras volver del baño, con una expresión que parecía divertida con la situación.

—Lucías muy cómodo, no quise despertarte para que fueras a tu habitación —contestó Erin cuestionándose cuanto recordaba de su experiencia anterior.

—Nosotros... —inició Valentin con un rostro ahora pálido—, ... ¿lo hicimos? —quiso mantener la cordura y modificar su lenguaje a algo más formal, al tipo de palabras que usaría una persona de su edad, pero pronto las dudas lo pusieron en el lugar de un adolescente de dieciséis años que empezaba por descubrir su cuerpo.

—Oh no, claro que no —contestó Erin poniéndose rápidamente de pie y moviendo sus manos—. No estábamos en nuestro mejor juicio.

Esa simple oración bastó a Valentin para romper en llanto frente a él, con una mano frotando sus ojos y la otra tomando su sensible estómago. En su pasado como un joven alcohólico y promiscuo, había tenido la oportunidad de compartir experiencias sexuales con múltiples parejas que no siempre terminaban tratándolo bien; al menos no con la decencia que merecía una pareja de un momento, dado que más de una vez al despertar de una noche bebiendo, abruptamente notaba que había mantenido relaciones sexuales sin que estuviera en su completo juicio o deseo.

—Valentin, ¿estas bien? —Erin lo había sujetado del brazo evitando que cayera al piso.

—Sabes, es tan difícil despertar... —sus lágrimas cambiaban el aspecto pícaro de su voz a uno sollozante y nasal—, ... y darte cuenta, que no recuerdas lo que pasó la noche anterior, y que un maldito par de copas haya hecho creer a alguien más que podía tener posesión de ti cuando... —las palabras eran lentas y cortadas, buscando encontrar los sinónimos perfectos, pero fallando en el intento—, ... cuando ni siquiera podías ponerte de pie por tu cuenta, para solo terminar justificándose con el alcohol, sin importarle el dolor que puedas sentir —con el tiempo, contarlo le resultaba cada vez menos doloroso; ese día incluso le sorprendió la facilidad con la que sus palabras llegaban a Erin, entendiendo la confianza que podía tenerle a unos días de haberlo conocido.

Seguido a ese momento, compartieron un abrazo que pudo durar un par de minutos, y que para ambos fue lugar reconfortante que no creían necesitar.

—¿Sabes qué?, vayamos al casino por tu automóvil, y después de eso, vayamos a comer algo, ¿te parece bien? —preguntó Erin al colocarse su arrugado saco y dirigirse a la salida.

—Gracias —contestó Valentin tras terminar de limpiar su rostro húmedo.

—¿Por qué?

—Por no ser un idiota —agregó colocándose unos lentes oscuros capaces de ocultar lo irritado en sus ojos, y mostrándole una sonrisa encendida.

Déjame entrar a tus recuerdosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora