El negociante de harinas

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Era un negociante en harinas que constantemente salía de viaje donde un comprador conocido

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Era un negociante en harinas que constantemente salía de viaje donde un comprador conocido. Ambos tenían el convenio de que el vendedor no llevaría la harina a ninguna otra parte, ni negociaria con gente extraña.

Un día, el negociante en harinas salió de viaje acompañado de un hombre. Lo hacía después de mucho tiempo, casi medio año que no iba donde su comprador. Rompiendo el convenio, había vendido la harina en otros pueblos.

Tenemos que ir donde mi comprador —. Le dijo a su compañero de viaje.

De tal manera que andando todo el día, ya se acercaban a la casa de su comprador. Pero comenzó a anocheser y estaban cansados.

¿Todavía está lejos la casa de tu comprador?

Ya estamos cerca de su casa.

Y avanzaron más apurados, hasta que al fondo del camino divisaron la casa. Sin embargo el acompañante sintió una extraña fatiga y súbitamente le invadió el miedo.

Mientras más se acercaban, una voz aullante grito desde la cumbre de un cerro.

¡Oh mi vendedor... Viene mi vendedor!

Sucede que el comprador había muerto y como fue "condenado", se había hundido en el infierno.

Es mi comprador y es muy bueno —. Exclamó el comerciante.

Pero su acompañante sintió espanto, algo le decía que esa vos no era humana. Era casi nasal.

¿Quien sería capaz de subir a aquel cerro tan elevado?

Seguramente algún ganado habrá escapado al cerro y el fue a rescatarlas.

¡Oh mi vendedor... Viene mi vendedor!

Nuevamente oyeron los gritos.

Ya estaban llegando a la casa del comprador, pero también el espectro venía bajando del cerro, enredándose con su mortaja.

El acompañante aterrado entró a la casa, y rápidamente bajaron los sacos de harina de las mulas. Extrañamente la casa estaba deshabitada, pero el negociante saltó al interior y tendiendose en el suelo se quedó dormido. El acompañante amarró a las bestias y de cuclillas esperó en un rincón, muy asustado.

¡Oh mi vendedor... Viene mi vendedor!

Se escuchó nuevamente, el hombre buscó con la mirada al espacio oscuro y vio como el "condenado" se acercaba torpemente a la casa, enredandose siempre en su mortaja.

Rápidamente trató de despertar al negociante, pero este tenía un sueño de piedra.

Como no lo pudo despertar, no le quedó más remedio que escapar del lugar, pero no sin antes cercar bien la puerta donde dormía el comerciante.

El "condenado" desesperadamente rompió el cerco, escurriendose en la casa y sin más se devoró al comerciante de harinas, haciendo eco el sonido del crujido de los huesos y de la carne triturada.

Al otro día, volvió el acompañante para ver qué había pasado con su amigo. En un rincón vio al "condenado", roncando ferozmente, del negociante en harinas solo quedaban unos pedazos de cuero cabelludo y ropa deshecha y ensangrentada.

En completo silencio, volvió a cercar la puerta e incendió la casa.

Después cargó rápidamente sus mulas y se marchó del lugar.

Dicen que cuando el "condenado" sintió arder su cuerpo, salió despavorido hacia la montaña, desapareciendo en la cumbre.

De la tradición oral andina.

El condenado, historias de terror del zombi andino. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora