Cierta vez un joven buen mozo, hijo de un rico hacendado se enamoró de una campesina pobre. El padre del mozuelo objetó y no aceptaba ese romance.
La presión fue tal, que un día el joven propuso a su novia huir del lugar lo más lejos posible. Y así lo hicieron una furtiva noche, pero a medio camino buscando en sus bolsillos y en sus atados comprobó que no estaba el dinero, y es que en el apuro de salir sin ser notados olvidó guardarlo en la bolsa.
Condujo a su novia hacia una cueva y ahí le indicó que le espere, pues él iba a recuperar su dinero olvidado.
La mala suerte quizo que el padre ignorante de lo que pasaba, al escuchar ruidos en su casa y en la oscuridad de la noche, cogiendo su arma dispare contra la sombra que se movía. Grande fue su sorpresa al comprovar a la luz de la lámpara que el caído era su propio hijo.
Pasaron los días, y la joven campesina al ver que no regresaba su novio, dirigió sus pasos al pueblo más cercano. Allí encontró hospedaje.
Esa noche por casualidad, la dueña de casa miró por la ventana, observando a la joven campesina echada en el frio suelo de cara al cielo. En rítmicos movimientos, como el vaivén de las olas del mar, sobre el cuerpo de la mujer se encendía un fuego que subía y descendía en intensidad.
Al otro día la dueña de casa mandó a la joven campesina a la iglesia con el cura, diciéndole que un "condenado" había dormido con ella. Entonces la joven confesó que por la noche escuchó a su novio llamarle y ella al salir lo vio más gordo y sonrojado, también aclaró que fue él quien le dijo lo que pasó en la casa de su padre y que ahora estaba condenado y ya no podía dejar este mundo si ella no le devolvía el compromiso con su palabra. Ella no quería dejarlo por lo que se entregó a él.
Apenas entraron a la iglesia, el "condenado" se presentó exclamando con una voz no humana, que destruiría el lugar si la joven no venía con él. Atrás del engendro comenzaba a nacer un pequeño remolino que empezó a crecer y crecer.
La joven campesina voluntariamente se entregó al "condenado", y este emvolviendola en sus vientos huracanados se la llevó. No se supo más de ellos.
De la tradición oral andina.
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El condenado, historias de terror del zombi andino.
HorrorLos condenados son muertos que no pueden descansar y que vagan entre los vivos y sienten un voraz apetito por la carne cruda para su decadente cuerpo aún con vida. Son seres malditos atrapados entre este mundo y el otro.