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—Creo que no es una buena idea, Hyunjin...

—¿Por qué no? —cuestionó con los brazos en la cintura y observando detenidamente la pared de su sala de arte.

—Porque no soy fuerte, ni muy alto. —se quejó Seungmin a sus espaldas, haciendo una pequeña mueca mientras, cómo podía, cargaba aquella cajas llenas de botes de pinturas de Hwang. —Y no sé pintar.

—¿Y? Cada persona tiene su lado artístico. Además, estás con las pinturas.

—Bien, pero no creo que sea la mejor persona para pintar las paredes de uno de los mejores artistas de la ciudad. —repuso, arrugando la nariz al hacer el esfuerzo de subir aquella pesada caja a la alta mesa de Hwang. —Y tampoco soy t-tan bueno con esto de las cajas y las latas de pintura, s-solo digo.

—Pero si tú me dijiste que querías venir a mi casa a pintar algo.

—Bueno sí, pero pensé que me ibas a dar... n-no sé, una hoja para colorear o algo así. —Kim se puso en puntillas, intentando colocar una de las latas de pintura en lo alto del estante. —No creí que quisieras pintar las paredes de tu hogar.

—El blanco me aburre, y más si se trata de la sala donde paso la mayoría de mi tiempo.

—Pero tú decidiste el diseño de tu hogar.

—Cambié de opinión.

—Oh claro, cómo tienes dinero y me tienes de esclavo personal. —bufó Kim, siguiendo con su tarea mientras escuchaba la risa pegadiza de Hyunjin.

Hwang giró para ver la escena más tierna que había visto en mucho tiempo, Seungmin estirándose lo más posible, intentando de manera torpe empujar la latas de pintura con sus dedos para que no cayeran al estar muy cerca del borde el estante.

Quizás haberle mandado esa tarea a propósito había sido la mejor idea que había tenido esa noche.

—¿Listo?

—Algo así. —Seungmin retrocedió unos pasos para asegurarse de haber cumplido con su tarea de forma correcta mientras sacudía sus manos. —Si se caen es tu culpa por tener estantes antiguos que miden tres metros.

Lo único que Seungmin tuvo como respuesta fue la linda sonrisita rectilinea de Hyunjin, antes de verlo retroceder y apuntar a la pared blanca con su cabeza.

—Haz lo que quieras, inspírate.

—¿Seguro que no te va a importar si lo hago mal? —la dudosa miradita de Seungmin lo hizo sonreír. —Cuando digo que no se nada de arte, lo digo seriamente. En ningun sentido.

—En el arte no hay cosas correctas o incorrectas, Seungmin. Haz lo que quieras, lo que se te venga a la mente, cualquier cosa de tu cabeza, exprésate mediante la pintura. Da lo mejor de ti.

Kim solo vio aquel bote de pintura abierto junto a los miles de útiles, brochas, colores, y cosas del rubio que no entendía para nada, pero que a primera vista se veían bastante utilizados.

Hyunjin se quedó analizándolo desde atrás, intentando descifrar que iba a escoger, su primer paso, su punto de vista siendo alguien que su mente consideraba un total misterio.

Sin embargo, lo único que pudo observar fue una pequeña y roja huella de la mano del contrario. Una que Seungmin dejó en la pared despues de, literalmente, haber sumergido su mano entera en el bote de pintura.

—¿Qué te parece? —sonrió el castaño, volteando por la opinión de Hwang, quién parecía estar bastante desconcertado.

—Bien. —los ojos de Kim reclamaban más palabras mientras Hwang pensaba la manera más dulce de hablar para no herir sus sentimientos.—Bien, muy bien, digo... es tu mano y... sí, es... roja...

Moon || HyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora