23. La Boda

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Londres, Inglaterra, 1820.

El tiempo pasó lentamente y por cada segundo Bakugou sentía que pasaba una hora. Todo estaba en cámara lenta. Se quedó sentado en uno de los sofás de la habitación mientras esperaba que le fueran a buscar. Su vista se clavó en el suelo sin mirar a nada realmente.

Los pasos a su alrededor hicieron eco, y la puerta fue abierta para dejar entrar a los criados y a sus padres. Bakugou sintió las sombras de las personas rodearlo pero realmente no pudo decir que estuviera consciente de ellos. Ahora funcionaba en automático.

– Katsuki, luces precioso – Ni las palabras de su padre pudieron sacarlo del trance. Simplemente su cabeza se movió para asentir de acuerdo.

Masaru y Mitsuki se miraron entre ellos, notando la actitud que su único hijo tenía en ese momento. Nunca lo habían visto tan... silencioso. Con la mirada perdida parecía una muñeca, un títere a disposición de quién le moviera las cuerdas.

– Es hora de ir, Katsuki – Mitsuki le habló con una voz suave y dulce que no era propia de ella. Le tomó delicadamente de una mano para hacerlo reaccionar. Funcionó, aunque solo un momento.

– Sí...

La respuesta fue casi en un susurro, pero no hubo movimientos. Los duques decidieron que serían apoyo para su hijo y le tomaron de los brazos para sacarlo de la habitación, con los criados de atrás siguiendo sus pasos. Bakugou agradeció el gesto mentalmente.

El bullicio de gente se escuchaba cada vez más cerca y eso hizo a Bakugou detenerse sin querer. Todos lo notaron pero como él debía salir después junto con su padre, supusieron que solo estaba preparándose para su papel y que los nervios le estaban haciendo una mala jugada.

– Querida, adelántate, saldré con Katsuki en un momento – Mitsuki asintió, le pasó el ramo a su hijo y se fue, saliendo con el resto de la servidumbre detrás de ella, no sin antes darles una última mirada de preocupación.

Masaru observó bien a su bebé. Se notaba tan nervioso, con miedo, todavía sin asimilar lo que pasaba. Como una pobre presa a punto de morir por las garras del depredador más feroz. Debía de hacer su esfuerzo en tranquilizarlo.

– Está bien, hijo – Masaru le apretó el hombro antes de darle su brazo para que se sostenga – Eres fuerte, todo estará bien.

Bakugou apreció el gesto pero no coincidía con las palabras. Tomó aire mientras se preparaba mentalmente para lo que pasaría. Pasó su brazo entre el de su padre y sostuvo fuerte el ramo con su mano libre. Cerró los párpados intentando serenarse antes de salir.

– ¿Listo? – Preguntó Masaru para asegurarse. Su hijo no contestó pero le dio una sonrisa forzada – Entonces vamos.

La música sonó incluso antes de salir, caminaron lentamente uno con el otro hasta cruzar la cortina que funcionaba de puerta y separaba el pasillo del salón principal. Los nervios casi lo doblegan ante cada paso que daba.

Si bien la vista de Bakugou estaba clavada frente a él, su mente desconectada no le permitía procesar lo que pasaba a su alrededor. Caminaba automático y se hubiera tropezado de no ser por el agarre que tenía en su padre.

Trataba de que su mirada fuera lo menos perturbada posible para que la gente no se diera cuenta que casi le da un ataque de ansiedad. La música de la orquesta solo producía el efecto contrario de ser armoniosa en la ceremonia para atormentar a Bakugou.

La figura del príncipe no era más que una sombra gracias a que le daba la espalda, los invitados se veían sin rostro y el brazo de su padre se sentía frío y tieso. Lo único que podía ver con poca claridad era al cura que estaba viéndolo cara a cara y lo esperaba en el altar.

Desearía que fueras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora