28. Bienvenido

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Londres, Inglaterra, 1820.

– Su majestad, concéntrese y puje.

– ¡Eso hago! ¡Maldición!

– Necesito que respire, por favor siga las instrucciones de la doncella.

– ¡Si vuelves a decirme qué hacer voy a mandarte a la horca!

– Katsuki, deja al médico hacer su trabajo.

– ¡Cállate bastardo o a ti también voy a matarte!

La habitación estaba llena, de doncellas, criados y hombres de medicina, incluso estaban ahí la anterior reina, Rei, y la propia Mitsuki. Todos rodeando la gran cama real donde Katsuki estaba acostado con un camisón de seda. Tenía las piernas abiertas y las rodillas flexionadas, a un lado de él se encontraba Shouto tomando su mano. Del otro lado, Mitsuki hacía lo mismo, con Rei al lado de su amiga.

Las criadas eran quienes más cerca estaban de la cama, con el médico real justo frente a la reina dejándolo hacer su trabajo. Todas tenían toallas, cuencos con agua, pañuelos, entre otras cosas que servirían para el suceso que estaba por pasar.

– Katsuki, eres fuerte, puedes con esto – Comentaba Shouto mientras daba palmaditas cariñosas a la mano que sostenía de su esposo.

– ¡Sé que soy fuerte, carajo! ¡Pero si alguien más me dice qué debo hacer, los voy a mandar a la hoguera para que mueran lenta y dolorosamente! – Siseó entre dientes por el dolor.

– No te preocupes, hijo. El dolor es momentáneo, ya verás. Pero hazle caso al doctor – Le pidió Mitsuki.

Katsuki no sentía el dolor momentáneo, desde hace horas está sufriendo y no creía que hubiese algo peor que el hecho de dar a luz. Ojalá pudiera apretarle las bolas a Shouto para que dejara de hacerse el bueno y sintiera de una vez lo que él está sintiendo en ese momento.

La respiración agitada hacía a su pecho subir y bajar con rapidez, de la boca escapaban suspiros por no respirar bien por la nariz. Tenía los ojos entrecerrados por cansancio y los mechones rubios de cabello se le pegaban a la cara por el sudor.

Una de las doncellas que estaba más cerca de Katsuki le pasaba un pañuelo por momentos cortos de tiempo para asegurarse de que el rostro estuviera lo menos cubierto de sudor posible y que no le entrara en los ojos carmesí.

– Piensa en cosas bonitas – Comentó Rei, quién aunque seguía con sus problemas mentales, ver a una persona pariendo le daba una sensación de cariño por las veces que lo hizo ella – En cómo será cuando lo tengas en brazos.

Katsuki gruñó hacia su suegra pero esta no se percató de que la molestia era hacía ella. Después de todo, una persona a punto de dar a luz se molestaba con todo el mundo sin razón aparente.

Sin embargo, cerrando los párpados se concentró en sus respiraciones mientras imaginaba justo lo que Rei le había dicho. Hace como 5 horas que entró en labor de parto y su hijo o hija –ya que no podía ser doncel, puesto que no estaba lloviendo– aún no se dignaba a salir. Era una venganza, una venganza porque él hizo a Mitsuki entrar en labor durante 10 horas.

Ahora estaba sufriendo, el ciclo tortuoso de dar a luz se extendía por varias horas hasta que el bebé dijera: "suficiente, ya estoy listo" y saliera.

Todos en el palacio se pusieron manos a la obra cuando Katsuki comenzó a sentir contracciones por ahí de las 10 de la mañana. Es cierto que estaba programado su fecha de parto para diciembre, solo no esperaban que tan pronto; los médicos calculaban que sería para mediados o incluso en navidad.

Katsuki tampoco había comido nada después del desayuno y para la hora en la que seguía en cama, tenía hambre. Pero la prioridad principal de todos ahí era la de asegurarse que el príncipe o princesa saliera bien.

Desearía que fueras túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora