Londres, Inglaterra, 1820.
La mañana siguiente fue parecida a la anterior salvo por el asunto de no saber quién era su esposo. Tal como Katsuki había dicho, los sirvientes aparecieron temprano y tuvo que incorporarse para estar listo mientras Shouto solo se acomodaba en la cama y se tapaba con las sábanas.
Solo hoy, solo debía aguantar el trato de que hicieran todo por él como si fuera inútil. Después de la coronación del mediodía, Katsuki podría revocar todas esas ridículas reglas que de seguro su esposo también detestaba.
Le pusieron sus zapatos, le lavaron las manos y se las secaron, dejó que le cambiaran de ropa y que le cepillaran el pelo. Joder, dejó que hicieran lo que jodidos quisieran solo para no levantar sospechas pero por dentro estaba a punto de explotar.
Ya habían terminado con él cuando otro grupo de sirvientes –esta vez conformado por hombres– fue a despertar a su esposo para hacer lo mismo que le hicieron a él. Katsuki no se quedó a esperar, lo esperaría sentado en el comedor.
Se permitió observar el palacio con mayor detenimiento. Desde que llegó no lo había hecho por el tema de bueno, su compromiso con un extraño. Ahora sabiendo que estaba casado con Shouto podía darse el lujo de husmear todo lo que quería.
Saludó con la cabeza a unos sirvientes, criadas y caballeros durante su caminata. También vio de lejos a su cuñada, aquella chica de cabello blanco que aún no tenía el placer de conocer bien en persona. Ella le saludó de mano y él correspondió.
Su estómago gruñó como advertencia de que dejara de hacerse el tonto y fuera al comedor para desayunar. Bufó con fastidio pero obedeció porque de cualquier forma tenía más hambre que curiosidad.
Al llegar se encontró con todo listo en la gran mesa del comedor. Los criados habían puesto los platos, cubiertos y copas para al menos 6 personas y eso le extrañó. Después de todo, antier y ayer desayunó solo por el tema que, bueno, no hace falta que se siga repitiendo.
Observó cómo en medio estaban puestos los platillos más elaborados y con buena pinta que había visto. Abarcaban todos los sabores sin que resultaran incomibles; lo dulce, lo amargo, lo ácido y lo salado se complementaban en una sintonía exquisita del mismo modo que lo hacían las texturas de las comidas.
– Buen día, su excelencia – Sero, a quien tenía días sin ver, se acercó a saludar – ¿Puedo indicarle su asiento?
– ¿Qué es toda esta mierda? – Preguntó pero sentándose en la silla que Sero había descubierto.
– Sus cuñados y su majestad la reina, comerán con ustedes – Explicó – Yo le sugeriría, cuidar las palabras enfrente de ella. Su mente es débil y a veces olvida cosas. No se sorprenda si sucede.
Katsuki ya sabía que Rei tenía salido un tornillo, solo no sabía hasta qué punto. El conocimiento le hizo sorprenderse pero se auto-prometió comportarse en el desayuno con su suegra.
– Tch, está bien. Fuera de la estupidez que me ocultó no tengo motivos para odiarla – Tomó uno de los tenedores para jugar con él. Sero sonrió antes de reverenciar y ponerse al margen – Apropósito, ¿Qué hay del cocinero con depresión?
Sero le dio una sonrisa mientras se encogía de hombros.
– Digamos que la depresión se le fue al ver a mi superior. ¿Recuerda? ¿El mayordomo rubio que le atendió desde antier? – Katsuki no respondió. No recordaba nada que no fuera la boda y su luna de miel – Bueno, da igual. Solo se puso muy contento.
Katsuki hizo una "o" con los labios sin ruido cuando comprendió. Desvió la mirada de Sero para fijarse en sus cubiertos mientras esperaba a los demás.
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Desearía que fueras tú
FanficCollingwood Bakugou Katsuki: hijo único de uno de los duques más influyentes del reino, obligado a contraer matrimonio para evitar perder la herencia familiar. Para eso deberá casarse con un príncipe extraño, viviendo en una casa de verano al cuidad...