Manchester, Inglaterra, 1820
Eran más de las 7 por lo que el resto de su familia debía de estar ahí esperándolo para la cena. Ninguna persona comía hasta que los 3 estuvieran sentados en la mesa, y si su padre iba a hablar con su madre respecto al tema, debía estar puntual.
Pasó el gran pasillo de la mansión, topándose con unos cuantos sirvientes que le saludaban, pero él no devolvía el saludo, y solo algunas ocasiones, asentía levemente para al menos indicarle a la servidumbre que había escuchado. Otros con menos suerte solo recibían un gruñido.
Finalmente llegó en la gran habitación donde se situaba el comedor, con la gran mesa, las grandes sillas, los cubiertos finos junto a esa deliciosa y apetecible comida, esos platillos que hacían derretir la lengua con solo probarla, y fue por esa razón, que el rubio se memorizó las recetas.
Katsuki adoraba cocinar, aun cuando esto fuera responsabilidad de las cocineras, él no podía permanecer muy lejos de la cocina, y siempre preparaba sus platillos casi en secreto. Eran simples, nada exótico, pero el sabor era único, de eso no había duda.
Aprendió a cocinar a muy temprana edad, junto con las criadas y a veces su madre. Pero fue su padre el que le enseñó que el don de la cocina no era exclusivo para las mujeres, mucho menos para las criadas, y que cuando se quiere, se puede.
Lo hubiera dejado, pero eso no fue posible cuando se dio cuenta de que no tenía a nadie en esa maldita casa. Era el único niño, así que tenía que perder el tiempo en cualquier cosa y madurar rápidamente si quería poder sentarse con los adultos.
– Katsuki – Llamó su madre, una hermosa mujer de cabellera rubia, ojos carmesí justo como él y un largo vestido color púrpura – Por aquí. Siéntate a mi lado.
Katsuki chasqueó la lengua pero se dirigió en dirección hacia el extremo en donde se mantenía la mujer. Las costumbres eran un poco extrañas en todo esto de la nobleza, se sentaban tan lejos unos de otros que durante las pláticas apenas y podía escuchar unas cuantas palabras, ya que sus padres estaban en un extremo de la gran mesa y él estaba en el otro.
Cabe aclarar que las mesas de los duques, condes, marqueses, y reyes tienen más de 6 metros de largo, y capacidad para más de una docena de personas, incluso tal vez más.
Incluso en épocas de fiesta cada persona tenía un lugar asignado, cosa que cabreaba más a Katsuki al no saber en dónde rayos sentarse. ¿Qué acaso no era mejor que cada quien se siente donde quiera que se le dé la gana?
Pero nadie parecía compartir sus ideas, ya que le ignoraban de manera olímpica. Es por eso que el rubio esperaba a que todos estuvieran sentados, para por fin ir a su lugar asignado, o sea, la única silla que quedaba vacía. O si no estaba de humor se iba y ya, mandando todo al carajo.
Por otra parte, que bueno que en su hogar era muy distinto; ahí se sentaba en donde quería porque su papá no le decía nada. La vieja sí, pero honestamente no le hace caso. No es que no se obedeciera el código de la nobleza, tan solo hacían una excepción con él, nadie tenía porqué enterarse.
– Mocoso, ¿Por qué esa cara tan larga? – Preguntó su madre cuando se acercaba a su extremo para sentarse.
La voz de su progenitora por fin hizo a Katsuki regresar a la realidad. Sacudió un poco la cabeza para recobrar los pensamientos, tomando asiento en el lugar vacío a lado de donde su madre tomaba el té. La rubia también había notado algo extraño en su comportamiento, pero no dijo nada.
– El viejo va a decirlo... – Contestó con apenas un hilo de voz.
– No le digas así a tu padre – Regañó pero al notar lo decaído que estaba su hijo, evitó darle algún golpe en la cabeza.
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Desearía que fueras tú
FanfictionCollingwood Bakugou Katsuki: hijo único de uno de los duques más influyentes del reino, obligado a contraer matrimonio para evitar perder la herencia familiar. Para eso deberá casarse con un príncipe extraño, viviendo en una casa de verano al cuidad...