⇜Capítulo 8⇝

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Ni siquiera la calidez del agua parecía reconfortar un poco al doctor Tomlinson. Se sentía abrumado y excitado por partes iguales. Además, se consideraba un completo imbécil, ya que mientras su amigo cogía espléndidamente con el omega italiano, Louis solamente había podido recibir una buena mamada sin final feliz. Había descargado la furia que le correspondía a su maldito lobo, quien no le había permitido avanzar más con el omega, sin importar la cantidad de veces que Liam le había insistido que lo intentara. Simplemente Louis había desistido y se había retirado del camerino en medio de jadeos de placer de su amigo.

"Que asco", acusó una vez más a su imbecilidad. Aquel italiano estaba estupendo y le habría servido para saciar su excitación, pero su lobo, disconforme con el suave aroma a durazno del mismo, lo único que hacía era evitar que su miembro se endureciera, por lo que ni siquiera había recibido un poco de alivio.

Por el contrario, no dejaba de recordar la manera en la que Ángel se acariciaba, el modo en que su lengua chupaba tan ardientemente sus dedos. Esos labios rosados que apenas tenía abiertos, por los que logró escapar ese placentero jadeo, el cual hubiese dado la vida por poder aspirar para llenarse de la calidez que seguramente reinaba en la boca de aquel jodido omega necesitado.

Sintió su miembro endurecerse otra vez y a pesar de que intentó bloquear las imágenes que se reproducían en su mente una y otra vez, le fue sencillamente imposible.

—Ese cuerpo, por favor... Ese cuerpo de mierda, tan perfecto —masculló comenzando a acariciar suavemente sus pezones, imaginando que el omega vestido con esas tiras de cuero los estaba chupando—. Mierda...

Hubiese arrancado con sus propios dientes el cuero que apenas cubría su cuerpo, para morder cada porción de piel que pudiera alcanzar, colorearla con obscenas marcas que, succionando con sus labios, podría hacer sin ninguna culpabilidad.

Acarició su vientre hasta llegar a su miembro y comenzó a acariciarlo suave, sin prisa. Cerró los ojos saboreando el recuerdo de Ángel, sus sensuales caderas moviéndose despacio sobre el suelo del escenario; deseó tanto poder sujetarse a ellas y enterrar su dedos hasta dejar sus huellas. Los movimientos de su mano se volvieron ágiles al recordar la manera en la que el omega se acariciaba el cuello; deseó que hubiesen sido sus manos las que lo presionaran con la fuerza necesaria para hacerle ver las putas estrellas.

Tenía tan presente la manera en la que el estómago del omega se estremecía cuando se acariciaba tan sensualmente.

—Maldito necesitado —gruñó al sentirse cerca, como si fuera un espantoso precoz.

Apoyó su otra mano sobre la fría cerámica del baño, buscando el sostén necesario para no caer al piso a causa de la colosal excitación que tenía y gruñó con más fuerza al recordar al omega chupándose los dedos tan exquisitamente; eso lo había enloquecido por completo.

«Chúpalos, omega»; ese recuerdo terminó por arrebatar su cordura. Inclinó su columna ante la aflicción que lo acobardó.

—No, no... —suplicó negando con la cabeza—. No ahora —reclamó.

Estaba a punto de correrse y no quería pensar en ese maldito omega, por lo que hizo un esfuerzo para que el recuerdo del descarado de Ángel lamiendo sus dedos fuera lo único que ocupara su mente. Imaginó que era su verga la que chupaba tan deliciosamente y a pesar de que la angustia aún no se había ido de su pecho, comenzó a sentir como su cuerpo se tensaba al igual que su abdomen bajo, entonces aumentó la rapidez de sus caricias mientras emitía fuertes gemidos de placer, aferrándose a la cerámica. Sus rodillas temblaron y debió afirmar los pies en la bañera.

«Te amo tanto, mi dulce alfa. Para siempre».

—Maldito omega... —gruñó entre dientes, experimentando el placer del orgasmo y la tirantez en su corazón, como cada vez que lo alcanzaba. Porque esas palabras no fueron dirigidas hacia el omega que había conocido esa noche, sino hacia aquel malvado chico que había dejado agonizando a su alfa lo que le restara de vida, porque Louis estaba seguro, aunque cada día se esforzaba por superarlo , su omega sería una trágica pérdida de la que nunca se recuperaría.

El Camino a casa [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora