En cuanto Alex aparcó el vehículo, miró a través del espejo retrovisor el auto de Camille que acababa de detenerse detrás suyo. Apagó la música suave que había sonado durante todo el trayecto desde el estudio hasta la casa de té en dónde merendarían, sin embargo, la misma había sido opacada por las voces de sus acompañantes que en ningún momento dejaron de hablar acerca de la evolución en los ensayos y las sugerencias que propondrán. Alex había intentado prestar atención a aquello, pero no podía dejar de pensar en Damiano, en la distancia que este había impuesto y cuánto lo lastimaba con esa decisión.
Respiró profundo al apagar el motor y juró una vez más que no permitirá que el dolor vuelva a plantar bandera en su corazón. Había sufrido demasiado por un amor que le pertenecía, pero que nunca había sido capaz de alcanzar; había llegado tarde cada vez.
—¡Alex! —llamó la mujer a su lado elevando la voz haciendo que el alfa al fin la mirara luego de haberle hablado reiteradas veces—. ¿Estás bien?
El rubio, sobresaltado, volteó hacia ella y la miró confundido.
—Sí, Chloe, estoy bien —aseguró un poco cortante y la omega asintió con la cabeza fingiendo una pequeña sonrisa.
Bajó del vehículo y no pudo evitar mirar hacia el auto de la francesa y ver el momento exacto en que Damiano bajaba del mismo. Su corazón estalló nervioso al verlo y su lobo, ansioso por una mínima cercanía, parecía rasgar su pecho. Se relamió los labios mientras cerraba su Audi y se unía a sus acompañantes. Enseguida Chloe comenzó a caminar a su lado, pero Alex trataba de ignorarla respetuosamente, tal como lo había hecho desde el comienzo del certamen; la omega era preciosa, con una cabello negro largo hasta su cintura y de ojos azules, inteligente y con respuestas elocuentes, como le gustaban al alfa, sin embargo, Alexander solamente tenía ojos para Damiano.
De esa manera había transcurrido su vida amorosa: Fracaso tras fracaso. Ante la triste pérdida de su omega y, sobre todo, a pedido de su padre, quien no se daba por vencido soñando con la familia que Alex merecía, el alfa había salido con hombres y mujeres omegas intentando formar un lazo serio con alguno de ellos, pero al final del día, sin importar el tiempo que llevaban juntos, ese omega era un extraño en su cama.
Llevó la mirada hacia el italiano admirando su caminar, la gracia que tenía para moverse, la forma en la que su cabello ondeaba con el viento y lo apreciaba hermoso. Damiano vestía un jean negro ajustado, una camisa con la misma tonalidad y un sobretodo color tostado haciendo juego con sus botinetas; era la primera vez que podía apreciarlo vestido de esa manera y solo provocaba que su corazón latiera con más intensidad y se enamorara más de él.
Alex se había considerado perdido por Damiano desde que era tan solo un cachorro, desde la primera madrugada que el italiano entró a su jardín para dejar el periódico allí. Esa madrugada se había quedado dormido en la sala y desde el sillón pudo escuchar cuando Damiano dejó caer su bicicleta en la puerta. Se asomó por la ventana y fue cuando lo vio caminar hacia la entrada de la casa admirando las flores de su jardín como si se tratara de un edén; aún podía recordar la manera en la que Damiano olía el aire con tanta devoción por lo que su lobo no dejaba de destilar sus feromonas para conformar al omega, quien parecía sonreír más efusivamente a medida que su aroma lo alcanzaba con más intensidad.
Fue esa mañana que Alexander lo supo, con tan solo dieciséis años había encontrado a su omega de la manera más impensada. Se adelantó a abrir la puerta de la confitería para sus acompañantes, aunque al único que observaba era a Damiano, quien lo miró de soslayo esbozando una tímida sonrisa. En cuanto pasó por su lado, Alex pudo sentir el calor de su omega, su necesidad de arrullo y cuidado, el mismo que el alfa deseaba profundamente entregar, tanto que sus brazos dolían ante la necesidad de abrazar a su alma destinada y no soltarla nunca más.
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El Camino a casa [II]
Lãng mạn(SECUELA DE PICCOLO, EL SHOW DEBE CONTINUAR) Su piel era tan suave, con la delicadeza perfecta para hacerle perder la razón a Louis, o tal vez, para devolvérsela. Para devolverle la razón que se escapó la noche que no encontró a su omega cuando dese...