⇜Capítulo 24⇝

1.3K 117 308
                                    

Zayn no sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado inmóvil frente a la ducha observando la cerámica del baño. En los últimos días se le había hecho costumbre perderse en la nada misma, pensando en lo que podría haber sido y que jamás será. Dejó ir otro sentido suspiro y en cada uno de ellos dejaba escapar una parte de su alma, pues ya no tenía sentido que permaneciera en su cuerpo si nada la elevaría otra vez.

Abrió el grifo con la mano temblorosa, la que después apretó varias veces para deshacer el temblor que no quería abandonarlo. El agua helada comenzó a caer sobre él, pero ni siquiera la gelidez de la misma lo afectaba. Se sentía perdido y lo único que podría ayudar a reencontrarse con su esencia se encontraba a miles de kilómetros, junto a quien, naturalmente, podría hacerlo plenamente feliz, algo que, según Zayn, él nunca había logrado.

Habían transcurrido algunos días desde que atravesó la puerta de ese hotel dejando su salvación allí dentro. Fue en ese momento que comenzó a perder fragmentos de su alma, desde que había amado a Damiano con tanta vehemencia, disfrutando por última vez de su piel y su amor.

«—No pude evitarlo. No lo sé... Todo fue natural con él... No pude...

—Lo sé, amor. Lo sé.».

Un profundo sollozo escapó de sus labios al recordar las palabras de su omega. Verdaderamente lo comprendía, puesto que Zayn había atravesado por lo mismo antes de dejar el hogar en dónde vivía junto a Amber, el camino natural que debería haber tomado su vida, la misma que hubiese sido muy diferente a la que tenía. Sin embargo, no se arrepentía de haber negado lo que su naturaleza le exigía, ya que desde que su madre había muerto a manos de su propio alfa, había prometido que su animal nunca lo condicionaría.

Las memorias comenzarían a convertirse irremediablemente en polvo; tanto que algún día deberá enterrarlas si no quería morir con ellas. ¿A dónde más podría ir? ¿A dónde más que no fuera correr detrás del amor de su vida? No conocía otra manera de vivir que no fuera cerca de Damiano. Sin embargo, era conocedor de que al único lugar dónde debía correr era hacia su centro, su propio eje para recuperar su esencia, la pureza que alguna vez tuvo al amar, en la que tanto Ian y Damiano confiaban. "¿Servirá de algo?", cuestionó con tristeza, ya que el vacío que atormentaba su ser era tan grande que creyó que lo devoraría ferozmente hasta acabar con él.

—Ayúdame, hermano —suplicó con un triste susurro que se perdió en el sonido de la ducha golpeando con vehemencia la tina, a pesar de que esta no lograba opacar el despiadado silencio que lo acobardaba.

Estaba más solo que nunca, pagando una pena que, sin duda, merecía. No obstante, consideraba un castigo mayor haber perdido a Damiano en el momento en que más lo amaba y deseaba recuperarlo. Había jurado que recompensaría todo el daño que le había causado con el amor más puro que solamente tenía guardado para su pequeño y revoltoso omega, a quien había decidido perdonar, dejando atrás todo el dolor que le había causado cuando había decidido deshacerse de su bebé.

—Ayúdame, por favor...

Rogó una vez más en la que tampoco recibió respuesta, entonces recordó por qué había dejado de pedir ayuda a una fuerza mayor, si eso existía. Su pecho se cerró en el momento en que se sintió tan desamparado y, a pesar de saber que siempre había conseguido salir de cada una de las situaciones de mierda que le había presentado la vida, comenzó a desesperarse por sentir tanto miedo de no poder superar la pérdida de Damiano. Había perdido tanto que creyó que sería capaz de soportar otra pérdida más, sin embargo, esta vez no podrá hacerlo. Sujetó su cabello y tiró con violencia de él hasta que dolió, percibía su corazón martillando sus sienes y su pecho al punto de no permitirle respirar. Cerró el grifo y 00presuroso salió en busca de lo único que calmaría su pesar en esos momentos.

El Camino a casa [II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora