SI, PROFESOR [REMUS LUPIN]

xxiii. THE BIRTH

          

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si, profesor.
chapter twenty three. the birth.
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—Estas apretando mi mano muy fuerte —murmuró Remus intentando esconder el dolor en su voz.

Circe solto otro quejido y dejo caer su cabeza hacía atrás.

Aunque el docotor March había dicho que aún faltaban tres meses para el nacimiento de Atenea al parecer la niña estaba algo apurada por nacer, asi que solo había pasado un mes y medio desde su última consulta y ahora se encontraba de nuevo en el hospital a punto de morirse por el dolor que le producían las contracciones.

—Si pues tu no eres quién va dar a luz a un bebé ¿o si? —ella murmuró entre dientes, apretando aún más fuere la mano del hombre.

A Circe le hubiese gustado que su madre estuviera alli, ella siempre fue buena para calmar sus nervios, pero desde que se había ido de casa con la única persona que se habia contactado de su família era solo con Draco y el ni siquiera sabia que Atenea estaba a punto de nacer, él la odiaria por no avisarle sobre eso, pero no era algo en lo que ella tuviera el control, se suponía que aún faltaba casi un mes para su nacimiento.

—Okey... esta bien, aprieta mi mano todo lo que quieras.

Antes de que Circe pudiera lanzarle un comentario mordaz alguien golpeo la puerta. Andrómeda Tonks asomó su cabeza y le envió a su sobrina una gran sonrisa.

—¿Se puede? —ella preguntó.

Remus se puso de pié aún sosteniendo la mano de Circe y le sonrió a la mujer de forma incómoda. Él no había tenido el placer de presentarse frente a nadie de la família de Circe, solo había escuchado de ellos, al igual que lo había hecho con Andrómeda. 

Cuando el todavía iba a Hogwarts habia visto a la mujer en algunos pasillos del castillo y Sirius nunca se cansaba de decir que era su prima favorita.

—¿Como estas, cariño? —Andrómeda le preguntó, acercándose a Circe y corriendole el cabello de la cara que se le pegaba por el sudor— tengo un amigo medimago que me informó que estabas aquí.

Aunque Circe no conocía muy bien a su tía se alegraba de que la mujer estuviera allí, era extraño la similitud que tenía con su tía Bella, pero desde lejos se podía notar que Andrómeda tenia un alma gentil.

—Esto es horrible —confesó la rubia.

Andrómeda le regaló una sonrisa.

—Los primeros momentos si, pero te aseguro que el dolor vale la pena, una vez que tengas a Atenea en tus brazos ya no te dolera más nada —ella le dijo, acariciando el cabello de su sobrina— hola, Remus.

Tanto Remus como Circe se sorprendieron por el saludo. Era obvio que Andrómeda conocia al hombre, era uno de los mejores amigos de su primo, pero aunque ella parecía conocerlo no estaba muy felíz de verlo.