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Es todo un deja vù. Hace cuatro años, cuando el título de princesa De la Torre se le adjudicó sabía que algo así iba a pasar. Se escondía en su cuarto, con al puerta abierta para que su madre no protestara. Escuchaba música con la que lloraba. Escribía en un libro sus preocupaciones, pensamientos y procuraba no recordar todas las cosas que debía hacer durante el día y no había hecho. 

Hasta ahí podemos suponer que todo lo que le pasaba era normal. Normal teniendo en cuenta que estar deprimido era lo que caracterizaba a la gente de su edad. Pero ella no tenía mentalidad de una persona de su edad. La princesa se sentía encerrada en un tubo estrecho. Un tubo que no la dejaba salir. Pero también se sentía en un campo lleno de flores con demasiado espacio. Un sitio donde no podía esconderse. Donde la gente podía ver su piel desnuda, sintiéndose totalmente desprotegida, como un ciervo frente a una manada de lobos. Buscaba un lugar donde poder respirar sin que la gente la mirara. Pero, por otro lado, quería que la vieran. Que todos ellos la vieran estar ahí y se tragaran sus palabras. Que la observaran brillar y pensaran: "Oh, ojalá yo me hubiera quedado a su lado para estar donde ellas dos" o "Mira, hijo, mira; esa chica fue amiga mía. Esa chica me ayudó mientras yo solo la pisaba. Que tiempos aquellos" .

Esas eran todas las cosas que se guardaba. Bueno, en realidad las escribía. Porque el arte, en todas sus formas era la única salida de la princesa. Su única vía de escape. Su lugar seguro. Aquello que la hacía olvidar de todos. De sus excompañeras, de esa soldado, de la reina, de su profesora, de su supuesta amiga, de la gente, de los comentarios, de su propia cabeza. Esa cabeza que la llevaba a la completa locura. Esa cabeza con trastornos, fobias y palabras incrustadas. Veía en el espejo a una chica bonita, contenta, graciosa y sarcástica. Pero luego, se daba la vuelta y veía a un monstruo . Donde esos comentarios sarcásticos provocaban inseguridades, problemas, daño y dolor. Pero ella no quería hacer eso. No era su intención. Le asustaba terriblemente hacer daño. Odiaba la idea de que un día se cansaran de ella. Pero como nadie se atrevía a decirle nada por ser la hija de la reina, no sabía que pensaban. Y quería saberlo. 


La princesa de la TorreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora