Ella era tan pequeña.
Yibo miró al bebé durmiendo profundamente en su cuna blanca y no supo qué sentir.
Durante todo este año, intentó no pensar en eso, en el niño que le había dado a Zhan como una especie de regalo de despedida.
Pero claro que lo había hecho. Por supuesto que lo había pensado, lamentando lo que había hecho. Un niño no era algo que debería ser regalado. Si alguien descubriera que había renunciado a su hijo, su primogénito, sería un maldito desastre, un desastre por varias razones.
¿En qué había estado pensando? Correcto: no pensó en absoluto. Zhan simplemente lo miró suplicante, sintiéndose perdido y muy solo, y Yibo se dobló. Jodidamente patético.
Ella se parecía a Zhan.
Yibo se quedó mirando al bebé, aún sin saber qué sentir. Él había sabido de su existencia durante tres meses, desde que la Tercera Casa Real anunció el nacimiento del heredero a la línea directa.
Lixue. La princesa Lixue'shni'veighl. Qué nombre tan grande para un bebé tan pequeño.
Yibo se encontró agachándose y rozando sus nudillos contra su suave mejilla. Su mano se veía muy grande contra su cremosa piel blanca, tan grande como se veía contra la de Zhan. Era una pequeña copia de Zhan, hasta el arco perfecto de su boca. Yibo no podía ver una sola evidencia de que ella era su hija.
No importaba.
Podía sentirla, muy débilmente, gracias al vínculo familiar rudimentario que compartían, un vínculo que solo era posible entre parientes de sangre cercanos.
Ella era la hija de Yibo. Ella era su hija.
Excepto que no lo era. Había renunciado al derecho de ser llamado su padre antes de que ella naciera. En lo que respecta a todos, Lixue era la hija de Zhan y su difunto esposo. El producto de su gran historia de amor.
Yibo sintió que sus labios se torcían en una mueca y apartó la mano de la niña. No quería que ella sintiera sus feas emociones.
No debería haber venido aquí.
Todavía no sabía por qué lo había hecho.
Mentiroso. Sabes exactamente por qué estás aquí.
Yibo ignoró el pensamiento, mirando al bebé dormido.
Él debería irse. Había sido increíblemente afortunado de entrar al palacio sin ser atrapado. La seguridad era más estricta de lo que había sido la última vez. Si no hubiera vivido en este palacio por un tiempo, no habría podido entrar ni siquiera con su don de compulsión. No debería haber venido. Debería haber ido con Jackson y Zhou Ye. Ahora que había visto al bebé y satisfecho su curiosidad, se iba a ir.
Claro. ¿A quién intentas engañar aquí?
Yibo apretó la mandíbula. Miró a la puerta. Debería irse ahora si quería llegar al bosque antes de la medianoche.
Él no se movió.
En el fondo de su mente, el vínculo latía con avidez, fortaleciéndose por el momento.
Yibo observó la puerta, su pulso se disparó y su corazón comenzó a latir con fuerza.
Sabía quién se acercaba a la habitación. Lo sabía tan bien como su propio nombre. Él debería salir de aquí.
No se movió.
Esperó.
La puerta se abrió.
Zhan entró, cerró la puerta con llave y dijo, mirando a algún punto a la derecha de Yibo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Yibo lo vio.
Zhan se veía horrible. No estaba tan delgado como hacía once meses estándar, pero se veía pálido y exhausto, con círculos oscuros bajo los ojos.
Todavía era lo mejor que había visto nunca.
Zhan se aclaró un poco la garganta, sin mirarlo a los ojos.
—Repito: ¿qué estás haciendo aquí? Si has venido a llevarte a Lixue...
—Si realmente lo pensaras, ya habrías llamado a seguridad — Yibo dio un paso adelante y luego otro.
Zhan se lamió los labios, poniéndose más tenso por el momento.
—Todavía no has dicho por qué estás aquí.
—Estoy en Calluvia con algunos de mis amigos. Tenemos una pista que podría...
—Estoy seguro de que estás en el planeta en un asunto de los rebeldes muy importante —dijo Zhan, torciendo los labios—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Yibo no dijo nada.
Él no tenía ninguna explicación.
El silencio cayó sobre la habitación, el aire cargado de tensión eléctrica, como la atmósfera antes de una tormenta. Yibo se sintió avanzar hasta que se detuvo frente a Zhan.
