Me enloqueces, invierno

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El invierno está calando en mis huesos
como las líneas que te escribo mentalmente
y olvido cuando la realidad se hace presente.

El frío me ha consumido con una llama tan fría
que me ha quemado los pulmones
dejando intacto tu olor,
manteniendo mi mente inerte
y haciéndome penitente de este dolor.

Tiemblo,
no sé si por frío o por miedo,
pero tiemblo.
Se sacude mi pecho
a lo alto y a lo ancho de mi cuerpo,
por sofocos o por llantos,
no lo sé,
pero continúo temblando.

Éste invierno
que tanto ha tardado en llegar,
me está dando una nueva oportunidad.

Está sirviéndome en bandeja
mil carnes frescas que probar,
asumiendo que debo deleitarme y contentarme
con cualquiera que haya aprendido a conquistarme.

Pero no,  sólo tiemblo;
como las manecillas del reloj cuando pasa el tiempo.

Todo sería perfecto,
y me lanzaría al abismo del olvido,
si no fueras tú al que pretendo olvidar.
Todo sería magnífico y cada noche sería única,
cada calle un nuevo comienzo,
cada boca una nueva aventura,
cada corazón un nuevo objetivo a abatir,
cada vida, cada castillo para destruir.

Todo sería perfecto,
si no fuera por el jodido frío,
que mantiene mi cama a bajo cero
cuando los cristales de la ventana de mis aposentos
deberían estar empañados
por nuestra necesidad insaciable de poseernos.

Así que perdona si no te llamo amor,
si no beso los lunares de tu cuello
ni firmo con tu nombre mis sueños.
Me consumiste en un orgasmo
y me embotellaste sin grados de alcohol
para mantenerme sobria de ti
y no ebria por tu corazón.

Lo siento por no sentirte.
Por no ser la princesa de tu cuento,
por soltar tacos y gilipolleces a destiempo.
Por ser una mujer y no una niña
a la que malcriar con simples versos.
Por tener un coraje de hierro fundido,
por no tener coraza y el corazón malherido.

Aquí me tienes, aquí estoy,
tirada en la calle pensando en lo mío.
Y no mío no eres tú
así que date por vencido.

Me desentiendo de mí,
por no entenderme.
Y me compadezco de ti,
por no compadecerte.

Me río,
y lo doy todo por perdido.
Y miro al cielo y veo que mi estrella
está demasiado lejos.
Suspiro,
y vuelvo a suspirar porque recuerdo
todo lo que por ti
he ido dejando atrás.

Tiemblo,
y vuelvo a temblar;
el invierno ha regresado
y por millonésima vez,
no has vuelto con él.
Así que tiemblo,
tiemblo y me estremezco
intentando apaciguar el frío
que me azota desde dentro.

Pienso,
y me regaño porque me está matando algo o alguien,
que ni siquiera recuerdo.
Y me detengo,
dándome cuenta de que escribo por alguien
que no existe,
que es fruto de ésta mente kamikaze
que planea estrellarse contra un blanco
que lucha por salvarse.

Es esto, es el invierno;
que me trastoca y enloquece,
me aleja de la realidad y me mantiene ahí, sola;
con una hipotermia constante
y sin nadie que me abrace para calentarme.

De trizas, corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora