Por si mañana desaparezco

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Es un día triste de un enero malgastado,
un día perdido entre tantos olvidados.
Es una decisión,
una delgada línea que sola
no soy capaz de cruzar.

Tú, eres tú, y yo, era yo.

Eres un pensamiento,
una emoción.
Una mota de polvo flotando,
suspendida en el aire sin rumbo fijo
entre los muros de mi habitación.
Eres llanto, devoción.
Eres un olor, una canción.

Eres una sonrisa, una mirada perdida.
Eres todas las veces que me imagino
durmiendo a pierna suelta
con una de tus camisetas,
enredada entre tus sábanas
y suspendida entre las olas
de la marea perfecta.

Tú, eres tú, y yo, era yo.

Era una pequeña flor de campo asustadiza,
invisible a ojos humanos,
a todos, menos a los tuyos.
Era un segundo escondido,
dentro de todas las horas que he esperado
buscando cobijo.

Era una brújula que marcaba el sur,
una poesía mal escrita;
una de las muchas partituras
que algún día compondrás
con sus ritmos,
sus altos y sus bajos.
Era aquella, la más perfecta,
la que no era para ti.

Tú, eres tú y yo, bueno, yo era, yo.
Y digo era,
porque después de ti
mis esquemas saltaron por los aires
como si mi vida entera
se hubiera reducido a Nagasaki.

Ahora se me hace imposible distinguir
entre el pasado y el porvenir.
No sé si soy el réquiem de tu sueño
o la melodía mal cantada
de un amanecer marchito.
No sé a dónde voy, de dónde vengo.
Ni siquiera sé si te sigo perteneciendo,
por eso de que me entregué a un desconocido
ciega y maniatada,
a cambio de promesas, esperanzas
y cumplidos propios de genio de lámpara.

Y por si mañana desaparezco
dejo por escrito mi muerte;
por si de ahora en adelante
decides volver a pasarte.

De trizas, corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora