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Sentada en su azotea de cristal
observando Madrid desde lo alto,
añoraba aquellos ojos que brillaban como París
y lloraban como Venecia.

Cigarro en mano y con su whisky en vaso ancho
recorre con los dedos los lugares
donde un día se posaron sus suaves y frías manos,
el mejor de los paraderos conocidos.

Palpa con su lengua los recovecos de su boca
recordando su sabor cuando se fundían haciéndose uno;
cuando su hogar estaba entre sus brazos
y no en cuatro muros de ladrillo.

De trizas, corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora