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Una cárcel de máxima seguridad, así eres:
inaccesible desde fuera, infranqueable.
No hay forma de entrar ni de salir de ti.
Como una maldita bomba de relojería dentro de mí,
permanente, imposible de desconectar.

Así que mejor echar a correr antes de que estalle
y saltemos por los aires.

Porque nos han enseñado a huir del fuego
y a escapar de lo que pueda dañarnos,
pero a mí me gusta nadar a contracorriente;
sólo porque tú eres la hoguera y yo soy la tonta que corre a quemarse.

Así que guarda la gasolina,
no sea que me vuelva cerilla
y se nos quemen las ganas,
porque esta no es otra
que una de esas madrugadas
en las que tu mirada está tan perdida
que sólo sabe encontrarse con otros ojos
y en el momento que se enlazan
la habitación se cierra y sólo quedan en pie dos almas.

Y es que puede que todo lo que quiera es que llamen a mi puerta,
que se abran paso a través de mí.
Pero estoy cerrada a cal y canto desde dentro;
eché la llave cuando te conocí.

Tampoco hay un médico en toda la cuidad
que sepa curarme del miedo.
No hay ni una botella en todos los bares del mundo
que no me deje tu aliento.

Será porque me rodea un muro de hormigón armado
para evitar que cualquier poeta de segunda llegue y me desarme,
porque un sólo ataque más a mi fortaleza de aire y los cimientos caerán y ya no habrá quien me salve.

Así que guarda las armas,
no quiero peleas si no son entre sábanas y almohadas.

Vuelve sólo cuando sepas desvestirme con palabras.

De trizas, corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora