Untitled

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¿Acaso llevas la cuenta de las lágrimas que has derramado a lo largo de tu vida? ¿De cada inspiración y expiración de los poros de tu cuerpo? ¿Podrías mirarme a los ojos y decirme, sin mentir, que has disfrutado de los pequeños placeres de esta corta, y agridulce vida? ¿Te has parado a pensar quién eres, y qué estás haciendo hoy aquí?
Yo sí.
Y pienso cada día en por qué tenemos aguja e hilo en nuestra vida, si no somos capaces de enmendar cada descosido presente. Me pregunto por qué estamos aquí, cuando ni siquiera sabemos qué hacer con ello, con esto, con nuestra existencia. Me preocupo por los detalles de las más pequeñas incertidumbres, pero también de las cosas más banales. Me cuestiono constantemente, en cada momento, en cada milésima de segundo; sobre mí, sobre ti, sobre quién esté leyendo esto, pensando que soy una maniática desatada en una noche de insomnio.
Puede que lo sea. De hecho, lo soy, y sigo sin saber qué hacer con la locura, con la pasión y los deseos. Pero, ¿de qué me sirve la cordura, si me mantiene atada a la realidad y a la razón?
Pido, por favor, que alguien alce la mano y me conteste; que alguien sea capaz de solucionar todas las dudas que tengo sobre el mundo y sobre mí misma. Que alguien plasme la realidad en este folio, pues si lo continúo mirando desde este ángulo, moriré entre cuatro esquinas de un blanco puro, vacío, y como siempre, sin ninguna respuesta que consiga aclarar el desorden que me castiga diariamente.
Por favor, ¡contéstame! Dime por qué es el éxtasis de cada momento tan difícil de alcanzar con las manos vacías. Por qué para comprender la verdad, tenemos que nacer o morir; por qué algunos corazones persiguen al destino por su camino, por un sendero imperturbable y lleno de peligros. Por qué el mundo nos abraza a nuestra llegada, y nos despide con una patada en nuestras benditas posaderas, como diciendo "vete y no vuelvas".
Joder, ¡explícame de qué me sirve estudiar a hombres con apellidos impronunciables, que perdieron la cabeza por preguntas de la misma índole que las mías! ¡Ten el coraje necesario para venir aquí y echarme a las fauces de la realidad!
¡Quiero saber por qué hay quién consigue romper el bien más sagrado de una persona: su corazón, y después dejarse el suyo propio en conquistar otro! Oh Dios, ven aquí y explícame detalladamente por qué creaste la crueldad, por qué somos marionetas a las que dejar tiradas cuando uno se cansa de jugar. Por qué la gravedad me hace caer cada vez que me olvido de todo y pretendo volar.


¿Por qué somos miles de millones de personas en el planeta, pero todos morimos solos? ¿Por qué? Te pregunto a ti, entre lágrimas amargas y la sonrisa más inocente que ha recorrido mi boca. ¿Por qué no hay un botón que nos permita hacer borrón y cuenta nueva?, ¿por qué no puedo apagarme y resetearme cuando el dolor me consuma?

Tú, valiente; que te enfrentas cada mañana a un nuevo día, que te dejas la piel por vivir y seguir adelante sin plantearte qué sentimiento es ése que te recorre cada vez que estás solo. Tú, el que piensa que es indestructible y eterno en la memoria de todos. Tú, el que cree ser capaz de todo y que el cielo está demasiado cerca para él, que si consigue soñar, algún día rozará las nubes con las yemas de los dedos. Tú, el incrédulo, el que se pregunta lo mismo que yo, pero aún no lo sabe.
Tú, ármate de valor y contéstame: dime por qué.


Aprende a vivir.

De trizas, corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora