La crianza de Felix no fue fácil, sobre todo porque Farid era el único preocupado por cuidar al pequeño rubio. Amira, su esposa, jamás estuvo de acuerdo con la adopción que hizo, para ella era de muy mala reputación tener un hijo que no era suyo, nunca se había visto como madre, ni siquiera las ternuras de aquel bebé la hacían cambiar de opinión.— ¿Te gusta la leche, bonito? ¿Sí? —Farid le hablaba con cariño al bebé mientras lo alimentaba con un biberón. — Amira, ¿segura que no quieres intentarlo? Es tan lindo.
— No quiero ni verlo. —La castaña lo veía con desagrado, ¿cómo puede ser lindo alimentar a alguien? Pensó.
— No seas tan fría, es solo un bebé. Y de ahora en adelante, nuestro hijo.
— ¿Nos quedaremos con él? ¿En qué momento tomamos esa decisión los dos? —Recalco las últimas dos palabras.
— Aunque me dijeras que no, sabes que me lo quedaría. ¿Dónde quieres dejarlo? ¿Afuera otra vez? No pienso permitirlo. Felix necesita un hogar.
— ¿Felix? Dios, hasta nombre le has puesto. No estamos en un estatus para tener un bebé, yo no quiero ser mamá de un engendro que no es mío.
— No le digas así, Amira. Puedo trabajar más, me encargaré de cualquier cosa, pero necesito tu apoyo para cuidarlo.
— ¿Por qué no lo vendemos? Alguien seguramente quiere ser mamá, yo no lo deseo.
— ¿Cómo puedes tener una mente tan cruel? Si este bebé fueras tú, ¿pensarías lo mismo?
Amira quedó en silencio.
— Nos quedaremos con Felix, lo cuidaras mientras trabajo. Y no quiero enterarme que lo maltrataste, es solo un bebé, necesita nuestra ayuda.
— Jamás querré a ese bebé, no quiero reclamos por eso.
— Te irás acostumbrado entonces, porque de ahora en adelante es nuestro hijo, mi hijo.
La vida de Farid y Amira dió un giro. Tal como dijo, el pelinegro comenzó a trabajar día y noche por traerle cuidados al bebé, mientras que Amira aprendió a tratar con un hijo. Era cierto que nunca intento quererlo, le tenía cuidado porque conocía a Farid, sabía que desataría una guerra si el pequeño rubio sufría algo. No tenía sentimientos hacía el bebé, por mucho que Felix causará ternura.
En cambio Farid, lo amaba con toda su alma. Ese bebé fue la salvación de su vida, en cuando llegaba del trabajo se la pasaba con él, dejaba que se durmiera en sus brazos, le cantaba y alimentaba. No importa que tan cansado estuviera por el trabajo, Farid siempre tenía tiempo para su hijo.
Su niñez fue un poco diferente. Felix ya hacía conciencia que su madre no le agradaba del todo su presencia, pero su padre estaba ahí para distraer ese pensamiento. A los seis años, Felix se hacía cargo de tareas domésticas, todo a su alcance, pero lo hacía.
ESTÁS LEYENDO
𝖧𝗂𝗃𝗈 𝖣𝖾 𝖫𝖺 𝖫𝗎𝗇𝖺 - 𝖧𝗒𝗎𝗇𝗅𝗂𝗑
Fantasy❝ 𝘛𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘦𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘯𝘵𝘪𝘦𝘯𝘥𝘢, 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘶𝘯𝘢 𝘭𝘦𝘺𝘦𝘯𝘥𝘢: 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘩𝘦𝘮𝘣𝘳𝘢 𝘨𝘪𝘵𝘢𝘯𝘢, 𝘤𝘰𝘯𝘫𝘶𝘳𝘰́ 𝘢 𝘭𝘢 𝘭𝘶𝘯𝘢 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘢𝘯𝘦𝘤𝘦𝘳, 𝘭𝘭𝘰𝘳𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘱𝘦𝘥𝘪̀𝘢, 𝘢𝘭 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘢𝘳 𝘦𝘭 𝘥𝘪...