El profesor de pociones

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Los murmullos me seguían desde el momento en el que salí del dormitorio

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Los murmullos me seguían desde el momento en el que salí del dormitorio. Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirar, o se daban la vuelta en los pasillos, observando con atención. Desearía que no lo hicieran, porque intentaba concentrarme para encontrar el camino de mi clase.

En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Algunas llevaban a un lugar diferente los viernes. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar. Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas. También era muy difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente. Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y estaba segura de que las armaduras podían andar.

Los fantasmas tampoco ayudaban. Siempre era una desagradable sorpresa que alguno se deslizara súbitamente a través de la puerta que se intentaba abrir. El Barón Sanguinario siempre se sentía contento de señalar el camino indicado a los nuevos Slytherins, pero Peeves el Duende se encargaba de poner puertas cerradas y escaleras con trampas en el camino de los que llegaban tarde a clase. También les tiraba papeleras a la cabeza, corría las alfombras debajo de los pies del que pasaba, les tiraba tizas o, invisible, se deslizaba por detrás, cogía la nariz de alguno y gritaba: ¡TENGO TU NARIZ!

Y después, cuando por fin habíamos encontrado las aulas, estaban las clases. Había mucho más que magia, como descubrí muy pronto, mucho más que agitar la varita y decir unas palabras graciosas.

Teníamos que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas. Tres veces por semana íbamos a los invernaderos de detrás del castillo a estudiar Herbología, con una bruja pequeña y regordeta llamada profesora Sprout, y aprendíamos a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para qué debíamos utilizarlas.

Pero la asignatura más aburrida era Historia de la Magia, la única clase dictada por un fantasma. El profesor Binns ya era muy viejo cuando se quedó dormido frente a la chimenea del cuarto de profesores y se levantó a la mañana siguiente para dar clase, dejando atrás su cuerpo. Binns hablaba monótonamente, mientras escribía nombres y fechas, y hacia que Elmerico el Malvado y Ulrico el Chiflado se confundieran.

La profesora McGonagall era siempre diferente. Tenía razón al pensar que no era una profesora con quien se pudiera tener problemas. Estricta e inteligente, nos habló en el primer momento en que nos sentamos, el día de su primera clase.

Mg= Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderéis en Hogwarts. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya estáis avisados.

1. Evelyn Evans y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora