Capítulo 64

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Por la tarde charlé con Sunoo, y le conté las buenas nuevas, evitando mencionar por supuesto, el plan debajo de ellas. Además, él no me lo pone fácil, ya que procura no hablar de Heeseung tampoco.

Me contó sobre lo bien que va su relación con Sunghoon, y también me dijo que el mencionado me envió saludos, luego algunas cosas triviales que ocuparon lugar en la conversación.

Yo debo mantener la farsa y hacerle creer a las personas a mi alrededor que esto no es para mí más que el placer del trabajo bien recompensado y no una esperanza a mi locura.

[...]

El martes llegó con prontitud, a pesar de mi desvarío por el tiempo.

Veo cómo acomodan las fotografías en la pared, tratando de encontrar la manera de que se vean elegantes y perfectas, pero para mí ya lo son.

Me mordí el labio inferior con nerviosismo y luego divisé a Jungwon hablando con Yoreum en la otra esquina, mientras le muestra unos papeles y el viejo asiente.

Falta menos de un par de horas para que las puertas se abran y la gente pueda pasar. Puse mi atención hacia el lado izquierdo de donde me encuentro parada y miré a los meseros acomodar los aperitivos en distintas bandejas para poder servirlos, a pesar de que todo es una situación distinta a otra, mi mente no deja de volar en torno a una sola cosa con nombre propio.

No es que tenga precisamente la esperanza de que él aparezca, justo aquí.

Pero al menos que me busque luego, que sepa que estoy cerca, que sepa que lo necesito. Vi a Jungwon acercarse a mí y le sonreí nerviosa.

Jungwon: —En un momento empezará todo. ¿Estás lista? —Me preguntó y sin dejarme contestar añadió.

Jungwon: —Hay mucha gente que desea entrar.

Hanna: —Estoy nerviosa, es lo que más quise cuando comencé a trabajar en esto y ahora ya está aquí.

Jungwon: —Los sueños se cumplen. —Me sonrió.

Jungwon: —¿O lo dudas?

Hanna: —Te lo contesto luego. ¿Qué dijo Yoreum? —Pregunté cuando lo vi salir por la puerta giratoria, además de querer cambiar de tema.

Jungwon: —Oh, tiene que irse, pero me dijo que le pasara un reporte de como resultó todo, él también está emocionado y ansioso.

Jungwon: —Por cierto, quiere que pruebes los bocadillos.

Hanna: —¿Han Yoreum quiere eso? —Pregunté extrañada.

Jungwon: —No, en realidad el que quiere eso soy yo, relájate, Hanna.

Jungwon: —Vamos. —Me tomó del brazo y me llevó hasta donde los mozos acomodan las charolas.

Mordisqueé con ansiedad un par de aperitivos que rápido hicieron aparición en mi garganta al pasar por ella.

Pronto se llegó la hora, el reloj marcó las diez de la mañana del martes treinta y uno de enero, las puertas se abrieron y la gente comenzó a entrar, girando sus cabezas hacia cuanta foto ven y dirigiéndose a ellas. Me di la media vuelta y cerré los ojos, yéndome a sentar a otro lugar porque no quiero ver la cara de las personas al mirar las fotografías, no deseo saber qué piensan o qué se les ocurre.

En este momento me arrepiento de haber dicho que sí.

Así pasaron cuarenta minutos de las dos horas que se predestinaron para la exposición, cuarenta largos y tormentosos minutos de ver, aunque no haya querido y haya hecho casi todo por evitarlo, el rostro de las que personas que sonríen y mueven sus cabezas en forma de asentimiento y fascinación al contemplar las fotografías que fueron tomadas por mí.

El manual de lo prohibido › Lee Heeseung ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora