Heeseung me sujetó de la espalda, temeroso de que me caiga.
Hanna: —Usted señor, no tiene porqué tocarme. —Retiré su mano de mi espalda y le fruncí el ceño con un gesto mal hecho.
Heeseung: —Será mejor que nos vayamos, Hanna. —Sacó su billetera, y luego de ella un par de billetes que aventó sobre la barra.
Heeseung: —Quédate con el cambio, gracias por llamarme.
Hanna: —¿Por qué pagas mi cuenta? ¿Quién te dio permiso? —Lo miré, aún ceñuda y con voz torpe.
Heeseung: —Vámonos, Hanna.
Hanna: —Pues yo no me quiero ir. —Rezongué y luego me crucé de brazos.
Heeseung: —No seas ridícula, Hanna, vámonos. —Me instó a seguir caminando, pero me detuve y luego me tambaleé por el esfuerzo.
Heeseung: —Si es necesario sacarte de aquí en brazos, lo haré. —Me advirtió y me miró serio.
Nos quedamos mirándonos por un buen rato, retándonos el uno al otro; pero fracasé por completo luego de perderme en esos bellos ojos, protagonistas de mis sueños.
Hanna: —De acuerdo. —Farfullé.
Hanna: —Tú ganas, siempre ganas. —Hice un mohín y luego me di la media vuelta para dirigirme a la salida; algo que hizo que me mareara.
Pude sentir una firme y fuerte mano sujetándome por la cintura, y al reconocer la dulzura en el tacto, la piel se me erizó y un montón de mariposas se desataron en mi estómago. Maravilloso, incluso ebria y torpe, Heeseung provoca esas reacciones en mí.
Fruncí el ceño mentalmente.
Cuando llegamos afuera, después de esquivar a toda la gente, y que el aire me moviese los cabellos, quité de un tirón su mano de mi cintura y lo miré ceñuda.
Hanna: —¿Qué pretendes, Lee? —Mi voz me pareció incluso más torpe.
Heeseung: —Sacarte de aquí sana y salva, vámonos. —Apuntó el auto negro del que es dueño, animándome a que suba.
Hanna: —No. —Me crucé de brazos.
Hanna: —Ya me sacaste de allá adentro, ya déjame aquí. —Le hice un gesto con la mano para que se fuera.
Heeseung: —Hanna, por favor, sube. —Me rogó seriamente.
Me giré y comencé a caminar con pasos torpes, sintiendo aún cómo el suelo baila bajo mis pies.
Heeseung: —¡Hanna! —Exclamó, ordenandome que frene, pero lo ignoré.
Heeseung: —No seas terca.
Seguí caminando, o al menos intentándolo, y de pronto sentí como mis pies se despegaron del cemento y unos fuertes y dulces brazos me elevaron.
Hanna: —¿Qué haces? ¡Suéltame! —Intenté luchar.
Hanna: —¡Lee Heeseung, déjame!
Pero mis intentos fueron solo fracasos.
Heeseung caminó los pocos metros hasta su auto y con cada uno de sus movimientos, su perfume varonil que me lleva a flotar en un paraíso, se metió por mi nariz, depositó con cuidado media parte de mi cuerpo en el suelo, mis pies volvieron a tocar el piso; pero mi cintura aún está fuertemente ceñida por su mano, me tiene aprisionada. Abrió la puerta del copiloto del auto y luego volvió a cargarme como un bebé y me depositó con dulzura sobre el asiento, se inclinó sobre mí y abrochó el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo.
Oí el chasquido del seguro al cerrar.
Hanna: —No soy un bebé. —Mascullé.
Entonces me miró, su bello rostro está a solo centímetros del mío y su respiración me golpea el rostro, sus ojos brillan con la tenue luz de las lámparas que entra por las ventanillas del auto. El puñado de mariposas de mi estómago enloqueció.
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El manual de lo prohibido › Lee Heeseung ✔︎
Hayran Kurgu¿Alguna vez has deseado algo prohibido? Como si eso estuviese en la lista de "no toques, no codicies" pero que en cada momento te incita más a tenerlo. Decían que eran la pareja perfecta, y yo, situada en medio, todo saldría mal. Adaptación autori...