Capítulo 19

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Hanna: —¿Por qué no fuiste? —Pregunté.

Se encogió de hombros.

Heeseung: —Ya me subí la vez pasada, me gusta más estar en tierra. —Dijo.

Hanna: —Ya somos dos.

Nos sentamos en una de las bancas, sintiendo como el aire movía mis cabellos.

Heeseung: —¿De qué hablaron Jake y tú? —Preguntó, como quien no quiere la cosa.

Me solté a reír.

Hanna: —Ya recordé que eres curioso. —Musité.

Heeseung: —Que bueno que los sabes, así que dime ahora. —Quiso sonreír.

Hanna: —No, no te voy a decir, eso es entre tu hermano y yo. —No sabía por qué, pero la fierecilla se siente demasiado bien provocando celos en Heeseung, o al menos, creyendo que lo hace.

Heeseung: —Me voy a enterar, ya verás. —Amenazó y luego sonrió.

Hanna: —Ya veremos —reí.

Heeseung: —¿Quieres un helado? —Preguntó.

Hanna: —¿Intentas sobornarme con helado?

Él rio.

Heeseung: —¿Puedo?

Hanna: —Lo siento, no. —Negué con la cabeza, divertida.

Heeseung: —Bueno, entonces te lo invito. ¿Quieres?

Le miré, entrecerrando mis ojos en él.

Hanna: —Sin mañas —alzó las manos.

Heeseung: —Está bien.

Nos paramos y nos dirigimos a la pequeña heladería que estaba enfrente.

Heeseung: —¿De qué lo quieres? —me preguntó.

Hanna: —Chocolate.

Me sonrió y luego se dirigió hacia el chico rizado del mostrador.

Heeseung: —Due gelato al cioccolato, per favore. —Musitó, con ese acento italiano ferozmente irresistible.

—Subito. —Dijo el chico y se dio la vuelta, tomando dos copas y depositando en ellas dos bolas grandes de helado de chocolate en cada una.

Le colocó chispas de chocolate arriba y luego nos lo entregó; yo le agradecí con una sonrisa. Heeseung le pagó al chico y este se dio la vuelta de nuevo para tomar el cambio.

—Che bella coppia che fate. —Dijo él, cuando le devolvió el cambio a Heeseung y luego me sonrió.

Heeseung rio y guardó su cambio en el bolsillo trasero de su pantalón.

Heeseung: —Grazie. —Musitó.

Me sentí tonta, definitivamente tengo que aprender italiano, cuando salimos del establecimiento me mordí el labio inferior, indecisa de preguntarle a Heeseung qué fue lo que dijo el chico.

Heeseung: —¿Está rico? —Me preguntó, con esa sonrisa burlona en su rostro.

Hanna: —¿Eh? Sí. —Dije.

Heeseung: —Ni siquiera lo has probado. —Observó y comenzó a reír.

Que torpe.

Hanna: —Ah, sí, cierto. —Reí, sintiéndome de verdad una completa tonta.

Hanna: —Oye... ¿Qué dijo el chico cuando te devolvió el cambio? —Pregunté, tratando de no verme curiosa.

Él rio.

Heeseung: —¿Por qué quieres saber?

Hanna: —Es bueno recopilar palabras en italiano para aprenderlo. —Que excusa tan tonta.

Rio por lo bajo.

Heeseung: —Bueno, te digo si me dices lo de Jake. —Negoció.

Hanna: —Olvídalo. —Me negué.

Heeseung: —Eres dura. —Rio.

Hanna: —Sí, y tú muy curioso, así que olvídalo.

Heeseung: —Está bien, ya veremos quién sede primero. —Especuló, divertido.

[...]

No llevo la cuenta de los días en un calendario, pero ya son más de dos semanas las que han pasado desde que yo llegué a Venecia, y con ello; la amistad crece por varios caminos.

Sunghoon se ha vuelto una persona muy comprensible y amable conmigo, incluso cuando lo invité a salir se mostró emocionado y dispuesto; ahora nos vemos para tomar café cada vez que queremos, o si no, simplemente nos ponemos a platicar en el pasillo antes de entrar a nuestros respectivos departamentos. Descubrí además, que tiene espíritu de poeta.

Con Jake es distinto, hay muchísima confianza, debido a que yo soy la única persona que pudo descubrir su secreto, y ahora contarnos cosas es parte de una plática casual entre ambos. Es bastante atento y siempre me pregunta por Minchae. Cuando salimos a pasear, nunca nos falta de qué hablar y al final del día, terminamos contándonos secretos pequeños.

Sunoo es otra de las personas con las que he logrado una bellísima amistad en menos de una semana; su simplicidad y simpatía han sido fundamentales para ello. Es muy animado y siempre, cuente lo que me cuente, me saca una sonrisa. Además de que yo tomé por costumbre ir al negocio de su familia a revelar mis fotografías. Tiene apenas dieciocho años, pero su mente es tan madura que parece incluso mayor que yo.

Heeseung, ese era un caso muy distinto a todos. Él se ha vuelto un gran amigo, el tiempo que compartimos juntos es mucho más grande que el de cualquier otro, debido a que cada noche a las siete toca el timbre y pasamos una hora riendo, hablando y a veces jugamos con la baraja de cartas que Minchae conserva de su padre. Sí la amistad entre él y yo crece cada vez más; pero junto a ello, crece también una extraña emoción cuando le veo, una extraña sensación cálida en mi estómago y un entusiasmo palpable al oír el timbre sonar cada noche. Pero solo hasta que llega Minchae, porque luego la fierecilla se apodera de mí y puedo sentirla en mi fuero interno perfectamente disgustada, ella quiere más tiempo con Heeseung. Todo esto comenzó a darme cierto temor, estoy experimentando sensaciones bastante extrañas, al menos las denomino así porque no tienen que pertenecerle al novio de mi mejor amiga.

Miré el reloj en forma de gato que pendía de la pared cercana a la cocina, son las cuatro y media de la tarde. Tomé mi morral y me dirigí al estudio de fotografía, para que Sunoo me ayude con las fotos, como siempre. Al salir me encontré con Sunghoon quien al instante me regaló una bonita sonrisa.

Sunghoon: —¿Vas a algún lado? —Me preguntó.

Hanna: —Sí, al laboratorio de fotografía.

Sunghoon: —¿Quieres que te acompañe? —Se ofreció.

Hanna: —Si quieres, a mí me encantaría.

Así, salimos hasta allá; Sunghoon es muy inteligente y la verdad es que bastante apuesto también. Minchae me había mencionado varias veces que es muy obvio que yo le atraigo a Sunghoon; sin embargo, es como si mis ojos hayan quedado cegados por un meteoro, y ya no puedan ver las estrellas. En este caso; Heeseung es el meteoro y Sunghoon la estrella.

 En este caso; Heeseung es el meteoro y Sunghoon la estrella

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