Capítulo 66

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Una lágrima rodó por mi mejilla, una lágrima que no pude contener; tan pesada como mi dolor, tan profunda como mi agonía; el taxi se detuvo frente a mi casa, o al menos, la fachada azul ya desgastada que reconozco como tal.

Le pagué y bajé para adentrarme a casa, subí y me tumbé en mi cama, a plena luz del día a llorar. Estoy enloqueciendo, me estoy volviendo una patética desquiciada, llorar resulta perfecto estando sola, sin preguntas, sin miradas; incluso la voz en mi cabeza guarda silencio mientras las lágrimas continúan bajando por mis mejillas y mis sollozos se ahogan contra la almohada.

Y pensar que perdí a la única familia que me quedaba, Minchae, por una estupidez mía, por un maldito error, entonces justo ahora deseo fervientemente inventar una máquina que vuelva el tiempo atrás, así no hubiese ido jamás a Italia, no hubiese conocido a Heeseung y no estaría amándolo con todas las ridículas fuerzas de mi corazón, además, no estaría sola en todo el mundo.

Pero es suficiente, ya lloré mucho por causa suya, ya no puedo ser tan vulnerable a él, no debo. No cabe duda que todo en este mundo se paga y a lo mejor este es el pago a mi maldad, lo que le hice a Minchae, ahora lo estoy sufriendo; pero no más, voy a seguir adelante.

Adelante, sin nada más que mi frente en alto, es una promesa.

[...]

Han pasado tres días, y aunque me niegue a aceptarlo y lleve puesta una armadura de fortaleza, mi corazón pregunta constantemente por Heeseung, tres días y... ¿Nada? Jungwon me contó que, por supuesto, le preguntó a dónde me fui, y cuando los hombros de Jungwon se encogieron ante la interrogativa, Heeseung salió disparado por la puerta, sin señal alguna de Haeyoung.

Pero no voy a pensar en ello, o al menos intentaré no hacerlo y no darle más concesión al asunto.

Miré a través de la ventana del departamento y visualicé las grandes formas arquitectónicas de los edificios de Busan.

Tengo pensado jamás volver, quedarme en algún lugar seguro hasta que mi corazón se sienta bien de nuevo. Me pregunto... ¿Hasta cuándo seré libre? ¿Hasta qué punto resistirá él? Mi corazón palpita deseoso por sentir, por vivir, por amar; tengo miedo de no encontrar todo eso en alguien más.

Andaré lejos, esperando no volver atrás, no mirar profundamente su fotografía, negándome a todo lo que aún siento por él.

Si él aparece, seguro mi corazón cantará; pero mientras no lo haga y el tiempo pase; yo me haré más fuerte y evitaré derrumbarme en sentimientos vanos, lo dejaré libre, para poder ser libre yo.

Los golpes en la puerta interrumpieron mi divagación.

Jungwon: —¿Estás lista? —Su voz es un poco reconfortante a todo mi dolor.

Desvié la vista de la vitrina, para mirarlo y sonriéndole, asentí.

Hanna: —Vamos.

Tomé mi abrigo y bajé junto con él hasta la recepción del hotel, para dirigirnos a la galería de arte, en donde volveré a darle vida a "Il manuale del proibito". Fue un éxito en Seúl, y ahora, Yoreum lo trasladó a Busan, en donde pidieron que lo presente.

Estoy feliz, por supuesto, es el mundo reconociendo mi trabajo.

Cuando llegamos, Yoreum ya estaba allí y nos regaló una extensa sonrisa al vernos.

Sr. Han: —Suban, suban, es en el cuarto piso. —Nos dijo, dándonos la mano.

Sin duda es un edificio algo grande, tiene cinco o seis pisos, no estoy muy segura; pero en Busan todos los edificios son así.

Jungwon: —Vamos, faltan menos de treinta minutos —Me instó, empujándome por la espalda.

Al entrar al edificio el aire acondicionado me golpeó el rostro, afuera ya estaba frío. ¿Por qué no mantenerse cálido adentro? Últimamente así son mis pensamientos, triviales y sin importancia.

Jungwon y yo subimos por el ascensor hasta el piso cuatro.

Jungwon: —¿Cómo estás? —Me preguntó, poco antes de que las puertas se abriesen.

Hanna: —Perfectamente. —Contesté.

No es que sea mentira, pero tampoco es completa realidad; por supuesto, físicamente estoy de maravilla, emocionalmente... bueno, es preferible no hablar de ello, me siento estúpida, tonta, como si fuese la niña nerd de la que todos en el colegio se burlan.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, lo primero que vi, más allá de la gente, fue la vista a través de las grandes ventanas; los edificios y rascacielos se expanden gloriosamente hacia el cielo por todo Busan.

Hanna: —Vaya. —Exclamé y escuché la tenue sonrisita de Jungwon.

Luego otra cosa captó mi atención, es un espacio un poco más pequeño que el de la primera exposición, por lo tanto, las fotografías están más juntas, observándome.

Quise borrar con una sacudida de cabeza el recuerdo que se me vino a la mente al verlas, a fin de cuentas, volver a ver a Heeseung no resultó tan bueno.

Los minutos transcurrieron rápidamente, y mientras observé gente ir y venir mirando mis fotografías se hizo tedioso. No es que no me guste la expresión de fascinación de la gente al verlas, pero quiero exponer otra cosa, otras fotografías, algunas más recientes, algunas que no me duelan y no hablen en mi imaginación. Comencé a contar los segundos, no encontrando otra cosa qué hacer, y cuando le sonreía a la gente, empezaba otra vez desde cero.

Así se me fue un buen rato.

De pronto, entre el murmullo de gente, escuché algo. ¿Música? Mi mente preguntó y me giré completamente desorientada. ¿De dónde proviene? ¿Por qué se me hace conocida? No soy la única que la oye, todos giraron sus cabezas y comenzaron a amontonarse en las ventanas.

El corazón se me frenó al escuchar su voz.

Jungwon, quien está también en el tumulto de gente, me miró de prisa.

Jungwon: —Ven a ver. —Lo oí apenas decir, y obligué a mis pies, de pronto agarrotados, a moverse.

A como pude, me abrí paso torpemente entre la gente, porque a pesar de que mi razón va siempre en desacuerdo con la cosa latente bajo mi pecho, esta vez sé que es algo real, algo de lo que mi corazón no saldrá lastimado después, y entonces obedecí perpleja. Cuando por fin logré llegar hasta la gran ventana, medio atontada aún, apoyé las palmas de mis manos contra el cristal, haciendo que se humedeciera por el repentino sudor que desprendieron; posé mi vista en la azotea del edificio continúo y entonces lo vi.

En ese instante fue como si mi corazón hubiese revivido o despertado de un letargo doloroso, haciéndome sentir más viva que nunca, porque más allá de sus estruendosos latidos con nombre propio, sé muy en el fondo que esta vez, como ya lo aceptó mi razón, esta vez no va a haber decepción alguna.

¿Pero qué está haciendo Heeseung? ¿Canta? ¿Me canta a mí? Al menos me mira, mientras continúa dándole libertad a la bella voz que posee y se lleva una mano al pecho.

Las ganas de llorar me invadieron sin explicación, es como si estuviese trayendo serenata a mitad del día, la gente que me apretuja a mi alrededor comenzó a desaparecer, y me vi perdida en las capas de terciopelo de su voz; pegué la frente al vidrio. ¿Es que acaso su voz puede llegar a ser más hermosa? Si ya es inspiradora cuando sale de su garganta como palabras, ahora no tiene comparación.

 ¿Es que acaso su voz puede llegar a ser más hermosa? Si ya es inspiradora cuando sale de su garganta como palabras, ahora no tiene comparación

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El manual de lo prohibido › Lee Heeseung ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora