Unas inmensas ganas de vomitar se apoderan de mi apenas tranco la llamada, voy corriendo al baño, una, dos, tres arcadas intentando vómitar pero no sale nada, no tengo nada en el estómago, todo me da vueltas y mis manos tiemblan y están húmedas de sudor, seguramente tengo la presión baja.
Me echo agua en la cara y bajo a la cocina por un vaso con agua, le coloco un poco de azúcar y lo tomo poco a poco mi estómago arde, mi corazón late con fuerzas y mi cabeza me estalla.
Lucía viene bajando las escaleras con Kate en sus brazos, mi preciosa beba me mira con sus ojos azules muy abiertos y sonríe al verme, su sola presencia hace que la tormenta que siento en mi interior se calme un poco.
La tomo en brazos y me lleno del amor infinito que me proporciona tenerla en brazos.
- Emma, tienes una cara terrible ¿Preparo desayuno? - se ofrece Lucía.
- No es tu trabajo no te preocupes, yo lo hago.
- No te preocupes Emma, yo lo puedo hacer - la miro con agradecimiento, la persona que nos ayuda con la cocina tiene un par de días libres y le ha tocado a Lucía ayudarme con todo lo concerniente a la cocina, me siento afortunada de tenerla en casa.
Salgo al patio de la casa con Kate en brazos, me siento en uno de los muebles, respiro un poco del aire fresco de la mañana y un tenue sol nos baña la piel, se siente cálido y confortable.
A los pocos minutos llega Lucía con un plato lleno de waffles, huevo revuelto, carne seca y de pronto el estómago me ruge de hambre.
Comienzo a comer en compañía de la chica, quien guarda silencio, le agradezco mucho su silencio y prudencia, no estoy de ánimos para hablar de nada.
- Voy por el café - se levanta y trae un par de tazas con café negro.
Con cada trago de café siento que el alma regresa a mi cuerpo, aunque el agujero que siento en mi pecho es insoportable.
Luego de comer me dispongo a sacar a los bebés a un paseo por la playa, ese día decido hacer ayuno de teléfono, en realidad es ayuno de Chris, no deseo hablar con él, ni saber de nadie.
Lucía y yo caminamos por el muelle, Kate en el coche está dormida y Kevin en mis brazos.
- ¿Ya te sientes mejor? - pregunta la niñera.
- Si, al menos físicamente me siento bien, pero no puedo evitar sentir un vacío en el pecho, Chris me decepcionó y la verdad no quiero ni pensar en eso.
- Lo siento.
- Está bien.
- ¿Cuando llegan tus papás?
- En un par de días, la boda es el fin de semana, esta noche debo ir a la prueba final del vestido de mi hermana.
- Eso te hará bien.
- Supongo.
- ¿Cuando regresa el señor Chris?
- No tengo idea.
- ¿No irá a la boda?
- No.
La chica tiene cara de pesar.
- No te preocupes por mi, ni por los bebés, estaremos bien... - acaricio su espalda con gratitud.
- Espero que si - me sonríe levemente.
Finalizando la tarde, el sol se oculta, me estoy vistiendo para ir a casa de Victoria, los bebés están listos, juegan en su pequeño gimnasio infantil mientras Lucía los observa, yo los miro a través de las puertas de vidrio de mi cuarto, detrás de ellos cielo del atardecer es precioso.