Capítulo 34: Viejos conocidos

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"¡Ayúdame, te salvé en ese entonces!".

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Fue probable que el ataque del cañón de la pistola eléctrica bajo la Fortaleza de Barney era moderado, o tal vez, la persona que envió este comando no tenía la intención de matarlos. Por eso, cuando se retiró aquella vasta y deslumbrante red eléctrica azul blanquecino, Carlos Blake y su gente quedaron inertes en la escotilla de la aeronave, e incluso algunos simplemente se desplomaron en el suelo, como si estuvieran al borde de la muerte.

«¡Mi legado!».

«Mi legado construido durante toda una vida...».

Chasqueó la lengua y pensó que lo mejor sería estar muerto.

Quiso abrir los ojos para ver a la persona que se burlaba de él, pero no se encontraba lo suficientemente consciente para hacerlo. Apenas podía mantener esa estúpida pose con las piernas y los brazos extendidos, sin gracia, yaciendo rígido como un cadáver.

¡A la mierda ser el Rey de los Vagabundos!

Sa'e Yang se situó entre las gigantescas naves estacionados. Tenía sus manos en los bolsillos, admirando muy cómodamente la miserable escena que causó, como un sinvergüenza que nunca limpiaba después de matar.

Tang era el más cercano a él. Después de escudriñar su alrededor, soltó una risita y se cubrió el rostro como si no pudiera soportar mirar. —¿Qué sigue? —cuestionó—. ¿Qué vamos a hacer con estos... eh, pinchos[1]?

Sa'e Yang giró perezosamente la cabeza hacia él. —¿Me preguntas a mí?

Tang—: ...

En realidad, quiso contestarle: "Así es. ¿Acaso causaste este alboroto solo por el sonido? ¿No pensaste qué haríamos después?". Pero cuando vio que Sa'e Yang podía emitir una carcajada desdeñosa al segundo siguiente, dejó de pensar en la respuesta y fue a buscar a Chu Si.

—Oficial...

A él no le sorprendió tanto la escena. Se arrodilló sobre una pierna ante un vagabundo inmóvil y le abrió los ojos, posteriormente le dio unas palmaditas en la cara. Esa persona permaneció aturdida y boquiabierta, dejándose golpear.

—Parece que no se recuperarán pronto —Se puso de pie y señaló con la cabeza hacia Le Pen y los demás que se acercaban—. Muy bien, estas naves deben valer bastante. No sean derrochadores, saquemos el chip central del núcleo.

El chip central equivalía al cerebro de todo el sistema de la aeronave. Aunque no era tan inteligente como Ojo Divino, seguía siendo fundamental. Sin él, estos vagabundos no lograrían escapar incluso si se despertaran.

Sin preguntar, Joel y Gale se limitaron a responder antes de dispersarse y correr a cada nave. Incluso se dividieron el área—: Sacarás el chip en esta zona y yo iré allá. Trencitas de oro[2]... ¿Kim? ¿Está bien tu trasero? Si puedes, ve a quitar el chip central de este lado...

A mitad de la plática, Gale interrumpió—: ¿Sabes encontrar un chip central? Está debajo de la consola de la cabina...

Kim, a quien le habían preguntado todo el día sobre su trasero, asintió. —Como técnico de mantenimiento de aviación, esto es lo mínimo que debería conocer, o estaría desempleado.

Joel, Gale y Le Pen quedaron asombrados. —¡Es difícil creer que puedes hacer esto!

Kim—: ... ¿Me veo como alguien que no sabe hacer nada?

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