Capítulo 33: Saltar al mar de estrellas

41 8 2
                                    

"Hasta destaca su pose de entrada".

• ────── ✾ ────── •


Carlos Blake era el célebre líder de los vagabundos en las regiones del planeta α y β. Si fuera hace cien años, habría sido aún más famoso y conocido más allá de esas dos áreas. Había negociado, intercambiado disparos y tratado con fuerzas gubernamentales de varios cuerpos celestes, a veces como socios, y otras como enemigos.

Vagando de planeta en planeta, nunca estuvo muy cerca o distante de nadie. Siempre defendió las creencias de un digno líder: que la libertad prevaleciera, que no existieran restricciones y que... no había nada que no se pudiera resolverse con la fuerza.

Una vez obtuvo una extravagante nave espacial del Departamento Militar Águila Blanca del planeta Aquila γ mediante un intercambio de vida o muerte, que se convirtió en una de sus favoritas. En su interior, las instalaciones eran tan completas como una ciudad, y la inteligencia del sistema era comparable a la afamada nave de exilio del planeta Aquila γ[1]: la prisión espacial.

Incluso nombró a la nave espacial Ave del Paraíso, un símbolo de libertad y eternidad.

Pero al final, la nave fue destruida por los disparos de la Ciudad de Plata durante el caos interestelar del centenario, junto con casi diez mil aeronaves que no lograron ser recuperadas a tiempo...

Boom. Desapareció en un cúmulo de luces entre el mar estrellado.

Desde entonces, siguió otra regla: nunca, jamás tratar con la Ciudad de Plata.

Eso hizo la vida más difícil. Después de todo, en cierto nivel, la Ciudad de Plata era un socio extremadamente generoso y colaborador. Si Carlos Blake y sus seguidores no hubieran cortado los lazos, nunca más tendrían que preocuparse por encontrar trabajo.

Pero él se mantuvo firme.

Así que, en las últimas décadas, cuando ocasionalmente se quedaban sin suministros, no tenían más remedio que buscar un sitio y recoger objetos en el camino que fueran útiles.

Carlos se enteró de la explosión del planeta Aquila γ hace tres meses mientras transitaba por la frontera de la región del planeta α.

Como un errante que había pasado años deambulando por el espacio y vagando por diferentes áreas sin establecerse, poseía al menos algunas ventajas: la más fundamental era la información de primera mano.

Debido a la batalla interestelar centenaria, los planetas entraron en un período de guerra fría entre sí. Por un lado, buscaban información actualizada sobre otros cuerpos celestes y, por otro, debían evitar que los demás indagaran el estado de su propio planeta. El tira y afloja entre el secretismo y el robo de información duró décadas, pero a su vez benefició a los vagabundos aparentemente inofensivos.

Durante un tiempo, los errantes hicieron una gran fortuna con solo vender información.

Sin embargo, lo que más sorprendió a Carlos fue la inusual explosión del planeta Aquila γ: en lugar de colapsar y destruirse, se dividió a la fuerza en innumerables fragmentos y se dispersó en el vasto universo.

Si no se hubiera topado con dos fragmentos con su equipo, nunca habría creído que explotaría.

No pudo ser un fenómeno natural del planeta, sino una interferencia humana.

Pero lo que lo asombró aún más fue que, cuando encontró el trozo, no hubo ninguna señal en el Atlas Estelar interno de la aeronave. Aunque el fragmento estuviera justo delante de él y fuera visible fácilmente, esa zona en el mapa seguiría estando vacía.

Cielo NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora