𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑫𝒊𝒆𝒛-𝐘𝐚𝐠𝐮𝐜𝐡𝐢

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"Solo Dios podrá juzgar lo que él me hace sentir. " 

—Es idea mía

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—Es idea mía... o, ¿Ahora estas más al pendiente del viejetreque aquel?.—.

Como un espía en cubierto que por accidente subió el telón y dio a conocer su verdadera identidad, Tamura casi gritaba de terror al ser tomado con la guardia baja mientras se asomaba por la gran ventana del aula, aprovechando que el maestro de Historia había ido a la oficina en busca de más tizas.

De tan solo pensar en la tiza le hizo estornudar, y eso fue un gran método para que Akemi se asustara y alejara de él.

Cualquier movimiento o ruido corporal natural e involuntario lograba ponerle los pelos de punta a Akemi, pero su más grande miedo eran los eructos.

Akemi los asociaba al llamado de ultratumba de los seres anti-salvatorios del infierno.

Eso, y todos los eructos venían con un olor desagradable a ácidos estomacales o cloacas.

—¿Por qué preguntas?.—

Tamura no giró el cuello para dirigirle la palabra. Él no acostumbraba a hacer esas cosas. Quedó, al momento de responder, con los codos apoyados en el borde y asomando la cabeza a la derecha y luego a la izquierda. Pocos eran los estudiantes que paseaban por las instalaciones

—¿Acaso te da curiosidad lo que Kiyoshi tiene para mantenerme callado?, ¿es eso?. —

La pobre cabeza de Akemi no se había dado el momento para descansar desde aquella vez. Los rumores de aquel entonces volvían con el doble de fuerzas, estando al borde de una posible jaqueca que se cobraría su prueba de física si no lograba controlarse y bajar sus nervios. Además de tener que lidiar con el nuevo ladrón que acosaba a Yuri, las personas con las que se acostaba y sus horribles problemas existenciales que el no pedía escuchar, ahora, para sumarle diversión, la rara desobediencia de Itome y sus estúpidos sentimientos de posesión que arrasaba con su relación. No era muy difícil llevar todo a la mierda, Akemi conocía de ello desde muy chiquito, pero también sabía que, si su mente no lograba templarse para antes del viernes, entonces todo su fin de semana estaría jodido y en la más grande mierda.

Sabía con sumo detalle, que si el mantenía la boca cerrada ante las falsas acusaciones que deseaba poner en rectoria sobre el docente de religión, entonces Kiyoshi indagaría más al respecto de su sucio secreto y terminaría por descubrir algo que el no sabía.

Si fuera por él, amarraria al profesor entre todos los integrantes y no descansaría hasta verle suplicar por un vaso de agua luego de todo lo que le quiere poner.

—A mi no me importa esa mierda... y no me distraigas, quiero ver si Yacchan pasa cerca. —.

Lo comprendió. Estaba siendo un maldito paranoico.

Aquellas palabras lograron tranquilizarlo, para su sorpresa, fue como si la cruz que llevase hubiese perdido una parte, y ahora era más liviana. Cuando Tamura dio por terminado la conversación, Akemi solo le sonrió y se fue a sentar de nuevo, feliz de que sus alteraciones bajaran un veinte por ciento.

Sensei | Yaribu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora