Capítulo XIII (2-2). Negro o Blanco

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Cloacas de magma de Averno, minutos después...

Debajo de las calles de obsidiana de Averno, había un sistema de túneles o alcantarillas, bastante limpia y espaciosa, por donde circulaba la lava de ese mundo. Luis había llegado allí cargando la vara de Verosén con la que selló al Ejecutor de la muerte, gracias a la ayuda de un condenado y ex compañero del antiguo grupo criminal paranormal al que antes pertenecía, y él había cual había olvidado él mismo por los acontecimientos con la savia.

Más ya llevaban minutos hablando y reencontrándose, mientras seguían el camino que guiaba aquel bombardero de piel oscura.

—Para resumir... ¿Éramos amigos en Nueva orden, pero el Ejecutor de la muerte te cortó la cabeza y acabaste en este mundo donde te pusieron a limpiar Verosen; o algo así? —aclarando y resumiendo Luis de lo que iba de su conversación hasta ahora.

—Sí... pero no olvidéis la parte cuando os dije que me oculté aquí cuando recordé que la fase final de la orden era esta invasión —comentando fatigado por la explicación el ex Ánimas 1 de la orden, Antonio Guzmán—. Por dios, aún me cuesta creer que Caballero y "Sam, varios nombres", os haya puesto así por vuestra traición a la orden.

—Ojalá hubiera decidido en traicionarlos en un mejor momento como tú, así hubiera evitado que experimentaran de esa forma conmigo —dialogando sobre sus recuerdos perdidos mientras bajaba la cabeza—. Ni puedo recordar mi voz cuando hablaba español normal como tú.

Sintiendo lástima el fornido y listo que lo acompañaba, bajando también la mirada. Pero descartando aquel sentimiento de compasión cuando puso atención a lo que dijo el cobayo humano rubio de laboratorio.

—¿Aguardaos un momento...? —Frenando el caminar de ambos tras la detenida—. ¡¿Cómo que antes hablabas español normal como yo?!

Cuestionándolo el alto presidiario de traje gris, con sus puños en la cadera.

—Chaval, desde que os conocí siempre hablabais español alterno, o como se llame esa jerga —respondiendo con una expresión confusa.

—¡¿En serio?! Creo que he perdido más memoria de lo que recordaba —continuando ante la respuesta dicha el pensativo apellidado Árder, haciendo la pose pensativa del sellado.

—No estuve allí chaval, pero arriesgándome a estar equivocado. Creo que ellos no realizaron un simple sellamiento contigo o algo así contigo, no es posible que os hayáis confundido con algo tan insignificante como tu habla, jeje —teorizó con cierta comedia inocente el fortachón.

—¡Uy, disculpen al señorón! —Con sus puños en su cadera encaraba al grandote, además que sus ojos cambiando de azul a rojo repentinamente—. Miren al presumido que se hizo bueno antes. ¡Pero solo porque tú pudiste recordar la memoria fácilmente, no significa que yo también podré hacerlo de la misma forma!

—¡Parece, que aun conserváis vuestro fuego interior jeje! —comentó en defensa y humor tras observar la reacción ofensiva del chico.

Entrando en razón el ojirojo, y entendiendo que estaba haciendo un alboroto por un simple comentario risueño. Alejándose de él y sacudiendo su cabeza, pero tras abrir y cerrar los ojos recuperó el azul en ellos.

—Perdón, Antonio... —disculpándose con la mirada baja—. ¿No sé qué me pasó? Juré que sería más amable con los desconocidos.

Sonriendo el moreno por las disculpas del caucásico.

—Nah... —Dando un barrido con su mano en el aire, antes anatómicamente incorrecta, pero ahora bien—. Cuando nos conocimos siempre te ponías así con Rodrigo y conmigo, hasta vuestros ojos igual se ponían rojos cuando vos enfadabais. Más bien me alegra ver que vuestra personalidad sigue intacta, aunque olvidasteis como controlar eso, y que también sugieras de cierta forma que no soy un desconocido.

El Ejecutor de la Muerte (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora