Capítulo II: Pietra Black

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La semana pasaba lenta dentro de las paredes de Hogwarts. Impresionantemente, entre los miembros del ED el comentario más recurrente sobre su pasada clase era que la mayoría se sintió nervioso ante la hermosa estatua de esa tal Pietra, todos coincidieron en que parecía seguirlos con la mirada. Pero Ronald decía que ese no era más que un efecto visual muy bien logrado por el escultor.

Hermione apenas pudo descansar por las noches, leyó prácticamente todo libro de historia de la magia, la cabeza le dolía constantemente de tanto memorizar fechas. Pero todo su ímpetu terminó siendo vano, dado que ni siquiera había mención de una bruja, o hechicera, de nombre Pietra. Le era tan desconcertante que el poco sueño se le quitaba cuando le invadían las interrogantes por la madrugada.

Hace días que se le dió por desviar su recorrido como prefecta por la noche, siempre encontraba al menos un minuto para escabullirse a la sala de menesteres, solo para ver a Pietra. Extrañamente, cuando entraba le daba vergüenza. Como si la estatua pudiera adivinar que el único motivo por el que entraba era para verla, por esto mismo siempre acababa por tomar un libro y fingir leerlo mientras miraba a la estatua furtivamente.

A T/N esto le encantaba, los años en la oscuridad hicieron que atesore cada instante que Granger ingresaba a leer, la compañía silenciosa de la menor le daba calma en medio de la desesperación por no poder moverse. Y le daba esperanza de poder salir de allí algún día.

el Jueves, Sirius había informado por una carta a Harry que le hablaría pronto. No podría estar más orgulloso de su ahijado, le recordaba inconmensurablemente a sus épocas de colegio con James Potter. Apoyaba y alentaba la idea de Harry, de enseñar a sus compañeros a defenderse del peligro.

No obstante, ni la emoción de Harry, ni la tranquilidad que le rodeaba dentro de las paredes de su casa, lo libraban de su angustia al no poder mover un dedo a favor de su hermana.

Sostenía tercamente que debía encontrar el modo de entrar a Hogwarts y desenterrar la vieja sala de menesteres que Lily Evans le describió hace años. Recibió a la noche sin ánimos de nada, pero ya se había comprometido a hablar con Harry y no podía retractarse ya. Se acercó a la chimenea y esperó media hora para encenderla, tomó el tarro de polvos flu, echó un pellizco dentro y consiguió que aparecieran unas llamas de color esmeralda. Se arrodilló rápidamente y metió la cabeza en el fuego.

Sirius: Sala común de Gryffindor, Hogwarts —gritó, y la cabeza empezó a girarle como si acabara de bajarse de una atracción de feria—

Cinco minutos antes, el trio de oro se encontraba ya en la sala común. Era bastante tarde y por esto eran los únicos en el lugar, todos los demás dormían.

Hermione lamentó haber tenido que suspender su recorrido nocturno por los pasillos, pues estaba confundida creyendo haber visto a Pietra sonreír la última vez que fue a verla, esperaba sacarse la duda esta vez. Sin embargo, aprovechó que sus amigos charlaban del ED para leer mientras esperaban a Sirius, había encontrado un libro sobre arte en el mundo mágico y esperaba que este le esclareciera los cambios que creía percibir en la estatua, para su sorpresa las únicas estatuas mágicas capaces de moverse solo lo hacían si se les pronunciaban una frase o palabra especifico, lo cual no era el caso de la estatua en la sala de menesteres. Dada esta nueva información, no tenía sentido que Pietra pudiera moverse por sí misma o cambiar la expresión en su rostro.

Ron: Últimamente has leído mucho —mencionó mirando a su amiga— Quiero decir, más de lo usual... y eso es decir mucho.

Hermione: Es que sigo sin encontrar nada sobre Pietra —musitó sin pausar su lectura—

Pietra [Hermione Granger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora