Capítulo XXII: T/N contra Voldemort

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Unas brillantes luces de color naranja se hacían cada vez más grandes y más redondas por todas partes; veían los tejados de los edificios, las hileras de faros que parecían ojos de insectos luminosos, y los rectángulos de luz amarilla que proyectaban las ventanas.

Harry aterrizó primero. Hermione, con el más grande vértigo que experimentó jamás, lo vio precipitarse hacia el suelo. Ron aterrizó cerca de él y cayó inmediatamente de su thestral.

Hermione y Ginny aterrizaron a ambos lados de Ron: bajaron de sus monturas con algo más de gracia que él, aunque con expresiones de alivio similares por tocar al fin suelo firme; Neville bajó de un salto temblando de pies a cabeza, y Luna desmontó suavemente.

Harry: Por aquí —indicó. Agradecido, acarició un poco a su thestral, y después guio rápidamente a sus compañeros hasta la desvencijada cabina telefónica y abrió la puerta— ¡Vamos! —los apremió al ver que los demás vacilaban—

Ron y Ginny entraron, obedientes; Hermione, Neville y Luna se apretujaron y los siguieron; Harry echó un vistazo a los thestrals, que se habían puesto a hurgar entre la basura del contenedor, y se metió en la cabina detrás de Luna.

Harry: ¡El que esté más cerca del teléfono, que marque seis, dos, cuatro, cuatro, dos! —ordenó—

El que estaba más cerca era Ron, así que levantó un brazo y lo inclinó con un gesto forzado para llegar hasta el disco del teléfono. Cuando el disco recuperó la posición inicial, una fría voz femenina resonó dentro de la cabina.

Ascensor: Bienvenidos al Ministerio de Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.

Harry: Harry Potter, Ron Weasley, Hermione Granger —dijo muy deprisa— Ginny Weasley, Neville Longbottom, Luna Lovegood… Hemos venido a salvar a una persona, a no ser que el Ministerio Se nos haya adelantado.

Ascensor: Gracias —replicó la voz— Visitantes, recojan las chapas y colóquenselas en un lugar visible de la ropa.

Media docena de chapas se deslizaron por la rampa metálica en la que normalmente caían las monedas devueltas. Hermione las cogió y, sin decir nada, se las pasó a Harry por encima de la cabeza de Ginny. No se molestó en leerlas, le importaron un comino, así como las últimas palabras de esa voz femenina.

El suelo de la cabina telefónica se estremeció y la acera empezó a ascender detrás de las ventanas de cristal; los thestrals, que seguían hurgando en el contenedor, se perdieron de vista; la cabina quedó completamente a oscuras y, con un chirrido sordo, empezó a hundirse en las profundidades del Ministerio de Magia.

Una franja de débil luz dorada les iluminó los pies y, tras ensancharse, fue subiendo por sus cuerpos. Hermione se mantuvo armada con su varita, atenta al peligro, igual que Harry. La luz era más tenue que la que había durante el día, y no ardía ningún fuego en las chimeneas empotradas en las paredes, aunque, cuando la cabina se detuvo con suavidad, Harry vio que los símbolos dorados seguían retorciéndose sinuosamente en el techo azul eléctrico.

Ascensor: El Ministerio de Magia les desea buenas noches.

La puerta de la cabina telefónica se abrió y Harry salió a trompicones de ella, seguido de Neville y Luna. Lo único que se oía en el Atrio era el constante susurro del agua de la fuente dorada, donde los chorros que salían de las varitas del mago y de la bruja, del extremo de la flecha del centauro, de la punta del sombrero del duende y de las orejas del elfo doméstico seguían cayendo en el estanque que rodeaba las estatuas.

Pietra [Hermione Granger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora