Capítulo XXXII: Vínculos Entrelazados

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Hermione amaneció sonriendo aquel Jueves 12 de Septiembre. Esa era su última semana siendo menor de edad. Sólo faltaba una semana para que Pietra finalmente le pudiera hacer el amor sin violar ninguna ley.

Cada día se sentía más impaciente, y, para rematar, cada día sentía que Pietra se volvía más atractiva.

Su vestimenta, casi siempre negra, no escondía de nadie su anatomía musculada, y las marcadas ojeras en su rostro solo subrayaban sus profundos y maravillosos ojos, dos galaxias en las que Hermione se perdía sin temor. Y ni hablar de cuando tenía la dicha de verla en pijama, con sus brazos descubiertos y parte de su escote expuesto en una sencilla musculosa blanca, fina como el velo de un ángel, que insinuaba la suavidad de su piel. No era del agrado de Black las prendas para dormir, si por ella fuera dormirá solo en sostén, pero eso sería tentar mucho a las hormonas adolescentes de su novia.

Dejando de lado la tenue resistencia que Hermione sentía en los aspectos más íntimos de la relación —una resistencia que se desvanecía con cada día que pasaba— el resto de su vínculo florecía y se fortalecía de manera inequívoca. Pietra, en una iniciativa inesperada, le había regalado una copia de las llaves de su morada. Al principio, Hermione consideró el gesto prematuro, casi temerario, pero al reflexionar sobre la profunda confianza que ello implicaba, su corazón se inundó de un gozo incontenible.

¡Ahora, Hermione poseía una llave de la casa de T/N, al igual que Harry, Draco y Nymphadora!

Más no solo había obtenido el acceso físico a su hogar, sino que T/N también había abierto las puertas de su pasado, un pasado que ya no ocultaba ni evadía ante las preguntas que antes hubieran sido incómodas. Bastaba con que Hermione albergara una curiosidad y la expresara, para que T/N estuviera dispuesta a responder con toda sinceridad.

Hermione: Quiero saber todo tu pasado, no quiero que haya absolutamente nada que no conozca de ti —le dijo una noche en que estaba sentada sobre sus piernas frente a la chimenea, esa noche percibió una disposición particular en su novia para el diálogo— Quiero conocer al completo la historia de mi persona favorita en el mundo —añadió, y Pietra no pudo evitar sonreír, completamente halagada—

T/N: De acuerdo. —respondió, besando la mano de Hermione con ternura— ¿Qué deseas saber?

Hermione: No sé... ¿Qué tal si empezamos por lo básico? —sugirió, mientras sus ojos se posaban sobre el árbol genealógico que decoraba la sala— ¿Cómo eran tus padres?

T/N: Ellos eran dos almas perfeccionistas... creo que ese fue el pilar principal de su matrimonio. —comentó con un dejo de nostalgia, mientras un recuerdo agridulce la embargaba al contemplar los rostros dibujados de sus progenitores en la pared— Mi madre era controladora y entrometida, detestaba no tener el control de las situaciones, pero era... apasionada en todo lo que hacía.

Hermione: ¿Y tu padre?

T/N: Él era un hombre de principios firmes... y esa rectitud, en muchas ocasiones, fue mi cruz. —confesó, apretando la mano de Hermione— Desde su nacimiento, le marcaron el camino a seguir, y pretendió imponerme el mismo destino. Depositó muchas esperanzas en mí... y me enorgullece decir que no dejé ninguna de ellas sin decepcionar.

Hermione: No creo que tú y la palabra "decepción" puedan coexistir en una misma oración.

T/N: Te aseguro que sí... Mis padres anhelaban una hija perfecta, un ejemplo de sangre pura. Y yo, definitiva y afortunadamente, no encajé en ese molde. —expresó, tomando una profunda inspiración— A veces... me gusta pensar que, a su manera, eso era su forma de desearme felicidad.

Hermione: Estoy segura de que así fue. —afirmó, acariciando el brazo de T/N con dulzura—

Y con esa charla escueta, se cerró el capítulo.

Pietra [Hermione Granger]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora