Los hombres de nuestras vidas se enojaron obviamente porque no les habíamos dicho antes, de la llegada de su nieto, pero entendieron nuestros motivos, aunque no por eso nos libramos de la reprimenda y el sermón.
George lloró bastante y el tiempo que vamos a verlo se pasea con Valentín en brazos de aquí para allá. El bebé ha llegado devolverle al anciano una luz de esperanza que le devolvió la vida. Alejandro y Charles le han comprado juguetes como para un niño de 4 años. Alejandro quiere enseñarle a jugar a la pelota y llevarlo a conocer algún día Argentina, que es su país natal, Charles estaba viendo de comprarle una bicicleta.
—Papi recién nace ¿Cómo vas a comprarle una bicicleta? —discuto con él por teléfono—. Ya sé que es tu nieto y que no te dijimos antes. Pero no tienes que... Ay papi, está bien, bueno.
—¿Qué te dijo?
—Ya se la ha comprado —Atenea ríe—. Ya veo que lo van a mal criar mucho.
—¿Qué esperabas? Son sus abuelos, esa prácticamente es su misión en la vida.
—Tienes razón.
Nadie dijo que la maternidad sería fácil, pero la buena racha nuestra, arrasa, ya que Valentín llora cuando tiene hambre o se le llenó el pañal. Entre nosotras nos turnamos para dormir, pero casi que no es necesario ya que el bebé es súper tranquilo. Atenea se acerca usando su bata de seda negra.
—¿Qué haces con mi bata puesta?
—Me gusta, me queda mejor a mí.
—Te ves mejor sin nada —desliza la bata por mis hombros dejándome el cuerpo desnudo— no imaginé que no tenías nada abajo.
—De todas maneras iba a terminar sin nada, solo te ahorre un paso.
Beso a mi diosa hundiendo las manos en su lacio y suave pelo castaño, Atenea se agacha un poco para subirme en sus caderas y engancho mis piernas por detrás de su espalda. Me depósita en la cama, una vez que me deshago de su camisa y brasier. Me aprieta los muslos y le saco el pantalón. Vuelve a su tarea de delinear en un camino de besos húmedos el interior de mi pierna, al irse acercando a la zona de placer nota mi ansiedad en los ojos y me lame por encima el clítoris introduciendo su lengua por el centro de los labios, esa sola acción arquea mi espalda. Estoy tan excitada y necesitada de sus caricias que mi zona está aún más humeda. Decide probar y me penetra primero con su lengua, hundo las manos en su cabello, rogándole que siga, pero ella me quita las manos sosteniendolas a un lado, y sigue con su lengua, y labios, penetrando y chupando su intimidad, no pasa mucho que dejo todo en la boca de ella.
—Mocosa ¿Quién te dijo que podías acabar sin mi permiso?
Sube a mi boca y hace que pruebe lo que ha salido de mi cuerpo, esta vez me muerde la oreja suavemente mientras baja la mano por mi abdomen volviéndome a tocar con sus dedos el sexo arde todavía muy sensible, un gemido se me escapa y ella lo atrapa con un beso.
Ambas estamos en un trance de placer tocamos y exploramos nuestros cuerpos, pero en el momento de que Atenea quiere introducir sus dedos nuevamente, cierro las piernas.
—Quiero probarte antes.
En un rápido movimiento termino encima de ella, bajo lentamente provocando que la ansiedad de Atenea se dispare.
—Mocosa, baja ya... ¡Agh! No aguanto.
—¿Qué quieres que haga?
—Hazme tuya.
Bajo deslizando la última prenda entre sus piernas, reemplazando el toque de mis dedos por la boca, Atenea arquea su espalda, en este tiempo me he vuelto experta el sexo oral para darle placer a ella. Arruga las sábanas bajo sus manos y gime agitadamente mi nombre, me posiciono a su espalda mientras que con una mano le doy las estocadas buscando su orgasmo, con la otra masajeo sus pechos y mi boca atrapa la suya, para luego besar su cuello, ella se aferra con una mano a mi cabeza y con la otra a mi brazo apretándolo.
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La favorita de la profesora
RomantikSoberbia y prepotente, así llegó el primer día de clases, solo ella no le tenía miedo y eso bastó para desestabilizar a la dura profesora Griega. Nadie nunca antes le había hecho frente, pero esta, mocosa, como ella la llama no es cualquiera alumna...