Me despierto en la noche con Atenea sentada a mi lado poniéndome paños fríos, despierto con mi respiración agitada y totalmente transpirada.
—No me toques —la aparto o al menos lo intento.—Ay mocosa, no empieces, estás volando de fiebre —lucho con ella para sacarme el paño de la frente— sino te quedas quieta voy a atarte —su amenaza suena seria y sé que lo hara.
—Yo puedo cuidarme sola —no dice nada— ¡¿Me oíste?! ¡puedo sola, no necesito que me cuides! Te dije que te apartaras.
—No me importa, sé que puedes, pero no voy a ignorar que estás así, acostándome a dormir a tu lado, siendo indiferente, no puedo ni voy a hacerlo.
—¿Por qué Atenea?
—Porque vuelas en fiebre.
—No eso no —suspiro agotada—. ¿Por qué te fuiste, por qué me haz ignorado estos días? Perdón si hice algo que no te gustó, pero al menos merecía que me lo dijeras, ni una llamada, ni un mensaje, nada.
—No es eso, es más es todo lo contrario —la miro sin entender—. Me gustas muchísimo Scarlett, mucho de verdad.
—¿Pero?
—Pero nada.
—¿Eso es todo? Te gusto y te alejas —la miro enojada—. Dame el puto paño, yo misma bajaré mi fiebre, no eres mi madre o mi tutora.
—Pero tengo cosas que resolver como mi divorcio, salí de una relación turbulenta, con alguien con quién nunca debería haberme casado, no sé si estoy lista para empezar algo con alguien y no quiero lastimarte... —se acerca tomando mi mano y la besa—. Eres tan diferente a ella, a todas las que he conocido, también me da miedo enamorarme... —trago con dificultad— y que me rompas el corazón —Mi mano sigue entre las suyas.
—Toma —le doy el paño y me quedo quieta boca arriba, cerrando los ojos— ¿Cuánto tiempo tendré que esperar? —Se acerca a mí y me besa, solo un beso.
—¿Entonces me perdonaste?
—¿Tan fácil? No, claro que no, aparte no teníamos nada, ni siquiera estábamos saliendo —Se queda pensando unos minutos.
—¿Quieres salir conmigo?
—No lo sé.
—Mocosa... —gruñe y me siento en la cama dejando el paño a un lado.
—¿No volverás con tu ex?
—Antes me hago hetero —comienzo a reír, por su seriedad al decirlo y la tos corta mis risas.
—Estoy bien —viendo su preocupación— ya, ya puedo respirar —limpio las lágrimas— ¿Te asusté? —sonrío divertida, ella sigue con la mirada seria sobre mí, toca mis mejillas coloradas y corre mi cabello hacía un lado.
—Me encanta cuando sonríes y cuando me miras, me encanta el contraste de tu pelo negro lacio, con tu piel blanca y tus ojos azules. No te das una idea de lo mucho que me ha dolido este tiempo que ni siquiera me miraras, por favor no vuelvas a hacerlo y yo te prometo que trataré de no ser tan idiota.
—Está bien Atenea, no quiero favoritismos es lo único que te pido.
—Eres mi favorita desde que —se acerca más a mí y mi respiración se agita— te ví el primer día.
Me besa tiernamente, sube su mano con delicadeza llevándola hacia atrás de mi cuello y hundiéndola entre mi cabello, la otra sujeta mi cintura. Nos separamos, me mira a los ojos y vuelve a besarme, hundo mis manos en su cabello, y el ritmo de nuestro beso va en aumento, junto a la danza de nuestras manos explorando nuestros cuerpos, ella ya está encima de mí y se ha deshecho de mi camiseta. Todo va bien, hasta que un ataque de tos aparece en el momento más inoportuno
ESTÁS LEYENDO
La favorita de la profesora
RomansSoberbia y prepotente, así llegó el primer día de clases, solo ella no le tenía miedo y eso bastó para desestabilizar a la dura profesora Griega. Nadie nunca antes le había hecho frente, pero esta, mocosa, como ella la llama no es cualquiera alumna...