Atenea me pasa a buscar por el departamento, se queda embobada viéndome acercarme al auto, voy vestida de manera formal. Intento abrir la puerta del vehículo, pero está con seguro, lo intentó varias veces, hasta que golpeo la ventanilla y ella baja el vidrio.
—¿Puedes abrir la puerta?
—Disculpe señorita, no subo a desconocidos a mi auto y ahora mismo baja mi novia así que muevase, porque va a meterme en problemas.
—Ja ja ja que graciosa —le saca el seguro y subo— ¿No te gusta? Lo compré específicamente para ir a ver a George.
—Me encanta como te queda, es más me gusta tanto que te arrancaría la blusa junto con ese pantalón acá mismo...
—¿Pero...?
—Pero quiero que te sientas cómoda siendo tú misma.
—Me siento cómoda, no iré a ver a una de las personas más importantes en tu vida con la remera de los rollings stones, un pantalón de jean rasgado y las converse negras.
—¡Oye! Que me encanta como te queda, y más aún como te ves cuando te lo quito, seamos honestas tu mejor atuendo es la piel que habitas, mi amor.
—Atenea...
—Cuando estamos a solas soy amor para ti.
—Cuando tengo que advertirte eres Atenea —me mira haciendo puchero—. Escúchame bien señorita, no quiero que me andes manoseando delante de George.
—No eres nada justa —dice fingiendo estar ofendida—. Te pones esa ropa y esperas que encima...
—¿Te comportes, como debe ser? Sí, eso espero, ya que por ti fuera, me meterías mano en todo momento, hasta en la universidad.
—¿Es mi culpa que estés muy buena? Que seas además de hermosa inteligente, amable, noble, leal, y me vuelvas loca de amor. No, no es mi culpa que me encantes tanto. Pero haré lo posible, aunque no prometo nada —no va a intentar una mierda—. Mi amor hace tiempo que no veo tu moto ¿Dónde está?
—La vendí.
—¿Por qué?
—Me cansé de andar en moto —obvia mentira—. Aparte de que es peligroso —algo que nunca me ha importado— y considero que mi etapa de motoquera terminó.
—¿Mañana puedes acompañarme? Tengo que ir a hacer unas compritas en la mañana —me sonríe divertida y no pregunta nada más sobre la moto. Algo raro ya que ella es de las que insisten.
—Está bien. Amor ahí no está la palanca de cambio —Atenea pone la mano en mi pierna y la va subiendo cada vez más a mi intimidad.
—Ay perdón me equivoque, que tonta. —sonríe con descaro—. Aparte dijiste nada de manosearte delante de George, no dijiste nada sobre no hacerlo en el auto y acá no está George.
—No seas tramposa.
—No dejes vacíos legales, soy la mejor abogada del país mi amor.
—Hasta que me gradué.
—Dejame la soberbia a mí, y tú finge ser la chica ruda, que me encanta —se acerca y me besa salvajemente.
Algún día me casaré con esta mujer.
Llegamos a la casa de George, una casa enorme con grandes ventanales del techo al piso muy iluminada. Atenea baja y me abre la puerta para que baje propinandome un beso. Frente a la puerta de casa, toca el timbre, mientras me arreglo la ropa distraída, la diosa griega me estampa un beso que me roba el aliento, así que antes de separarse me limpia la boca, para luego limpiarse ella donde se le puede haber corrido el labial.
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La favorita de la profesora
RomanceSoberbia y prepotente, así llegó el primer día de clases, solo ella no le tenía miedo y eso bastó para desestabilizar a la dura profesora Griega. Nadie nunca antes le había hecho frente, pero esta, mocosa, como ella la llama no es cualquiera alumna...