6-Pasados similares-Atenea

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Atenea

    —Acá llegó Atenea a verte viejo cascarrabias, a ella si le harás caso.

   —¿Qué está pasando George? Cada vez que vengo a verte tengo una queja por ti —deja su cartera y se acerca al anciano en silla de ruedas— ¿Vas a darme una abrazo o tengo que sacartelo a la fuerza?

   —Ella me quiere llevar a una convención de momias.

   —La reunión de ancianos no es una convención de momias —Dice Lara, su enfermera—, aparte te la pasas encerrado así como vas a conocer a las mujeres que esperan por ti.

   —Ya no estoy en edad para esos trotes mujer. Dejame con Atenea —le saca la lengua a la enfermera mientas se va dándole la espalda— ¿Cómo estás mi niña? —pone una mano temblorosa en su rostro y ella la toma con su mano— Hay alguien nueva en tu vida —Sonrie.

   —No sé de qué me hablas George.

   —Tu mirada es más honesta que lo que sale de tu boca. Cuéntame sobre quien te ha devuelto el brillo a los ojos.

   —No hay nadie, de verdad.

   —Atenea, tienes 32 años y te conozco desde hace 17 años, puedes mentirle a cualquiera pero no a mí.

   Suspira acercándose a la ventana para abrirla dejando entrar sol y aire.

   —No lo sé George, ella es diferente, no me tiene miedo y me enfrenta, orgullosa, testaruda, implacable... un amor cuando está sola, muy inteligente también —recuerda la charla por teléfono en el balcón— un enigma.

   —Ves que si había alguien, lo sabía. Por lo que me cuentas es tú yo del pasado.

   —Siempre lo sabes todo, por eso eras el mejor abogado en tu tiempo —él sonríe.

   —Y tú sigues siendo tan fácil de leer como siempre, Atenea, pero te has endurecido, no eres esa chica...

   —Fragil —lo interrumpe—, débil, que se la pasaba llorando porque sus padres la echaron a la calle, luego de darle una tremenda paliza, con tan solo 15 años por ser gay, dejándola librada a su suerte.

   —Sigues guardando rencor en tu corazón, y no dejas lugar para lo nuevo que tiene que llegar —ella aprieta sus puños, dejando sus nudillos blancos—. Eres la hija que nunca tuve —toma sus manos y ella relaja su expresión—. Mírame Atenea, hice una fortuna que no podré gastar más que en remedios y en alguien que me cuide, estoy casi solo, sin hijos de sangre, sin esposa, sin amigos, todas las personas que me rodeaban cuando estaba en la cima, hoy desaparecieron, solo me quedas tú y no deseo este futuro para ti.

   —Yo estaré siempre a tu lado viejito lindo —se agacha en su falda colocando su cabeza en sus piernas, mientras él le acaricia el cabello—. Fuiste quien me dió un hogar, un techo, cuando no tuve a nadie más y un futuro.

   —Entonces págame eso siendo feliz, Atenea. Tienes el nombre de la diosa de la sabiduría, se sabia para encontrar tu felicidad y no quedarte sola, no repitas mi futuro. Mírame —levanta su mentón y ve esos ojitos verdes a punto de derramar lágrimas—, eres mejor que yo en muchos aspectos, logra lo que yo no logré, pero por ti, hazlo por ti, ten una familia, se feliz, ama y se amada de vuelta.

   —Eres la única familia que necesito.

   —Eres igual de cabeza dura que...

   —¿Qué quién?

   —Que yo, igual de cabeza dura que yo. Te has endurecido demasiado —se va hacia la cocina hablando solo.

   —Ya dejemos de hablar de esas cosas sin sentido y merendemos —lo alcanza ella por atrás empujando su silla de ruedas.

   —Mejor cuéntame como es ella y escúchame muy bien, Atenea Antonopoulos, que aunque me quede poco tiempo de vida, no me iré de este mundo hasta conocer esa mujer, que te ha devuelto el brillo a los ojos.

  —Viviras mucho tiempo más, viejo cascarrabias, deja de hablar así.

   Atenea fue golpeada por su padre y abandonada por ambos casi al borde de la muerte, George estaba asesorando al hospital con su bufete de abogados cuando en una de sus rondas conoció a esta niña indefensa toda golpeada que fue encontrada por vagabundos, que luego llamaron a la policía y en ambulancia fue trasladada al hospital. Estuvo internada dos semanas en coma por la gravedad de sus heridas.

Flash back

   —¿Cómo te sientes?

   —Como si me hubiese atropellado un camión.

   —Soy George Hoyts abogado del hospital —ella empezó a sacarse los cables que tenía conectados— ¿Qué haces?

   —No puedo pagar por la atención, ni siquiera tengo a donde ir, es mejor que me vaya en vez de que siga generando deudas.

   —Atenea para ¿Así te llamas verdad? —asiente—. El hospital absorberá el costo de tu tratamiento —él mismo George lo iba a pagar—, así que déjate todo puesto. ¿Recuerdas quién te hizo esto? ¿Tus padres dónde están?

   —Estoy sola —dijo con amargura.

   —Vi que vas a una escuela cerca, y que respondiste en uno de tus cuadernos que quieres ser abogada cuando seas grande.

   —¿Sí, y qué con eso?Tomó una silla y se sentó a su lado.

   —Las cosas están así, estás sola, eres menor y te ingresaran a un sistema que está colapsado, tienes dos opciones o te quedas e ingresas al sistema o... vienes conmigo y te educas para ser la mejor abogada que quieras ser ¿Qué eliges? Miró su brazo roto inyesado.

   — ¿Por qué me ayuda? ¿Por qué se preocupa por mí, habiendo tantos ahí afuera?

   —Eres la diosa de la sabiduría y quieres ser abogada.

   —De sabia solo tengo el nombre y lo dice como si eso fuese motivo suficiente, ni siquiera sabe porqué mis padres me hicieron esto... —guardó silencio al revelar a sus agresores, mientras nerviosamente apretaba el dobladillo de su bata—. Soy gay, George, y no puedo cambiar eso, ya lo intenté y no puedo, me gustan las chicas, no creo que quiera tener a una lesbiana en su casa.

   —¿Esos animales te hicieron esto por tu orientación sexual? —cerró lo ojos con ira—. Atenea si vienes conmigo me encargaré de que nadie más te lastime, nunca más te pondrán un dedo encima. Que seas gay no es justificación para lo que te han hecho.

   —¿No lo es? Porque de verdad estoy comenzando a creer que me lo merezco porque no soy normal —comenzó a llorar desesperadamente.

   —Claro que eres normal mi niña —la abrazó delicadamente—. Bajo mi techo puedes elegir amar a quien tu quieras mientras me prometas que serás feliz, Atenea —la adolescente lloró con desespero y se aferró fuerte a ese hombre que habia llegado a ella para salvarla.

Fin del flash back.

   Luego de una semana, con la policía fueron a buscar a ambos padres de Atenea que metieron en la cárcel, pero no antes de que George golpeara a su padre y tuviese que andar con la mano vendada, justiciando lo que le habían hecho a la joven.

   Desde ese momento y hasta el fin de sus días se prometió cuidarla y apoyarla, aunque ella no había cumplido su promesa aún... de ser feliz.

La favorita de la profesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora